Cuando el pronóstico de la llegada del COVID-19 y su rápida propagación en el territorio mexicano se convirtió en una realidad, el de la crisis financiera también se configuraba a pasos agigantados, arrastrando estragos del decrecimiento que se originó en diciembre del 2018 por la escasa inversión pública y por la falta de confianza en las medidas económicas federales, que desalientan la inversión privada.
Desde entonces, los estrictos recortes gubernamentales implementados con el objetivo de no incrementar la deuda pública han afectado el dinamismo de la economía nacional.
Este dato es importante porque la inflación siempre es provocada por gobiernos que gastan más allá de lo que recaudan, señaló Luis Güemez Ortiz, Docente de la Maestría en Administración de Negocios de la CETYS Graduate School of Business, Campus Mexicali, Baja California, en la frontera norte de México.
“Al registrar gastos mayores que los ingresos generan déficits, y el financiamiento de dichos déficits empuja los precios al alza, presiona tasa de interés y provoca que haya más dinero en circulación del que debería de haber. Cuando hay más dinero en circulación y la misma cantidad de bienes entonces los precios suben y se comienza a deteriorar severamente el poder adquisitivo de la población”, abundó.
El docente consideró que algo aún más grave, es que adicionalmente, se prevé una disminución del tamaño de la economía de hasta 10% durante 2020 respecto al año pasado, lo que representa que el monto acumulado de producción de bienes y servicios durante el año que transcurre equivaldrá solamente al 90% del valor del Producto Interno Bruto (PIB) del 2019.
“En el estricto sentido, habrá menos dinero para consumo en las bolsas de los mexicanos. Sin embargo, tal vez, después del brusco movimiento del tipo de cambio que sufrimos en marzo 2020 (del 33%) el efecto traspaso de la devaluación al índice inflacionario sintamos algunas presiones en precios, pero serán muy pasajeras”.
Aunque todo apunta a que México pronto podría estar enfrentando la recesión más severa de la historia, no se prevé una inflación elevada, detalla el experto, con base en que la mayoría de las predicciones de diferentes analistas económicos del sector privado arrojan niveles del 3.04% y 3.46% para el dato del crecimiento anual del Índice Nacional de Precios al Consumidor para diciembre 2020 y 2021, respectivamente.
Sin embargo, en caso de entrar en una recesión tan profunda y severa como la que pronostican CITI o Bank of América, y con un gobierno federal que ostenta una severa política restrictiva en el gasto público, probablemente ocurra un fenómeno que no se ha registrado en México, pero que lleva efectos y consecuencias dramáticas, que es la deflación.
También conocida como la inflación negativa, la deflación consiste en el descenso generalizado y prolongado, durante por lo menos dos semestres, de los precios de bienes y servicios motivado por una atonía de la demanda y un exceso de las capacidades productivas.
“En caso de presentarse sería algo realmente demoledor para el crecimiento y dinamismo de la economía nacional. Si el incremento de los precios es negativo entonces no habrá incentivos ni alicientes para producir y eso tendría severos costos en términos económicos y de productividad en las empresas y en el país”.
En un entorno cambiante como el que se vive actualmente, las decisiones de los grandes líderes mundiales, los fenómenos sociales, políticos y particularmente los de salud, influirán aún más en el rumbo de la economía.
Mientras se definen los sucesos y los impactos que dictarán si se cumplen o no los pronósticos financieros, lo mejor para cuidar las finanzas personales y familiares es no adquirir nuevas deudas, y no gastar más allá de lo esencial, pues “probablemente vayamos a necesitar todos estos ingresos para subsistir ante la incertidumbre, sobre todo si se presentan impactos negativos”, concluyó el Dr. Güemez Ortiz.