La alteración de los sistemas naturales es el verdadero origen de la pandemia de la COVID-19. “Enfrentamos una severa crisis de biodiversidad, pues nuestras actividades impactan significativamente todos los ecosistemas”, dijo Rafael Ojeda Flores, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Acotó que “como humanidad, hemos transformado tres cuartas partes de la superficie terrestre y dos terceras partes de todos los océanos del mundo”.
Las afectaciones a la naturaleza incrementan la posibilidad de que los patógenos pasen de los animales (silvestres y domésticos) a los humanos, señaló el académico del Laboratorio de Ecología de Enfermedades y Una Salud de la FMVZ, en el encuentro virtual presentado por Dionisio Meade, presidente de Fundación UNAM, y moderado por María Elena Trujillo Ortega, exdirectora de la Facultad.
La destrucción y modificación de los ecosistemas naturales, el comercio ilegal o incontrolado de especies silvestres y las condiciones antihigiénicas bajo las cuales se mezclan y comercializan los animales, son las principales prácticas que favorecen esta contaminación de patógenos entre especies. “El comportamiento humano y los factores demográficos aumentan significativamente estos riesgos”, abundó.
Ojeda subrayó que diversas investigaciones científicas documentan que tenemos que cambiar la forma en que nos relacionamos con la naturaleza. “La conservación de la biodiversidad y de los ecosistemas naturales es lo que nos va a permitir amortiguar a las enfermedades que tienen este potencial de saltar a los seres humanos”, insistió.
En su oportunidad, Susana López Charretón, viróloga del Instituto de Biotecnología (IBt) de la UNAM, informó que en este año de pandemia científicos de todo el mundo han desarrollado 41 pruebas diagnósticas, 23 tratamientos clínicos y se ensayan cinco o seis vacunas que se encuentran en fases avanzadas
Comentó que los coronavirus infectan a gran variedad de aves y mamíferos, entre ellos los humanos.
“Tienen un genoma muy grande de ARN, de cadena sencilla, con cerca de 30 mil bases, y una tercera parte del genoma codifica por las proteínas estructurales del virus, con algunas de las cuales se une a la célula del huésped”, explicó.
Sobre las innovaciones para el combate de la COVID-19, la investigadora consideró que han sido favorecidas por la gran colaboración internacional y una comunicación inédita.
Asimismo, añadió que existen básicamente dos tipos de pruebas diagnósticas: las moleculares, basadas en el PCR, y las serológicas, en anticuerpos.
“Las serológicas pueden detectar, a través de anticuerpos, la presencia de antígenos del virus. Las moleculares de PCR permiten detectar el genoma del virus y, por ende, la presencia. Informan sobre aspectos diferentes: las moleculares nos dicen si tenemos el virus, mientras que las serológicas detectan si lo tuvimos.
Para enfrentar la pandemia, la científica recomendó buscar fuentes de información serias (pues además de la enfermedad, estamos ante una infodemia, alimentada por rumores y mala información). Además, pidió cuidarnos utilizando vacunas como la de la influenza, y fomentar la protección personal y la higiene.