Hablar de México y de sus ingredientes que van más allá de la gastronomía es tener un sinfín de referencias que vienen desde la época prehispánica; uno de los más representativos es el chile.
Gracias a la CONABIO, podemos conocer una de las leyendas más bonitas alrededor de este ingrediente: en las tierras Totonacas, el niño maíz al ver a su padre muerto intentó revivirlo, al no seguir correctamente los consejos, el niño se convirtió en venado. Con tristeza y llanto, le dijo a su mamá que se iría del mundo y al despedirse, el niño le dejó un maíz y dos gotas de su sangre; de una, florecieron los tomates y de la otra, nacieron los chiles.
En la cultura mexicana se dice que los chiles tienen magia, que protegen de los malos vientos y las brujas. Entre los huicholes, existe un mito donde un olor a chile en el aire advierte el inicio de las lluvias y el fin de la sequía.
El chile o chili – como le decían los mexicas – fueron domesticados por los diferentes grupos mesoamericanos con sus distintas variedades y formas de preparación; verdes, secos, en escabeche o macerados, este se ha distinguido a nivel internacional por ser parte de los platillos más emblemáticos de México.
Este tesoro natural aún se puede encontrar en árboles desde Sonora hasta Yucatán, crece desde el nivel del mar y hasta los 1400 metros de altitud sobre el nivel del mar y casi todos los chiles que podemos encontrar en nuestros mercados pertenecen a la misma especie: C. annuum.
Existen 25 especies de chile y solo 5 son consumidas en el mundo, dos de ellas se domesticaron en México: El chile común y el chile tabasco; del chile común se han generado una gran diversidad de formas como el chiltepín, serrano, chile de árbol, piquín, jalapeño, poblano, morrón, de agua y catarina, una vez secos se conocen como el chipotle, el morita, ancho, guajillo, pasilla, mulato, entre otros.
El chile fresco que más se consume en México, es el serrano, el cual se cultiva principalmente en Puebla, Veracruz, Sonora, Hidalgo, Guerrero y el Estado de México, con posibilidad de comerse crudo, cocido, asado o frito; mientras que para los amantes del verdadero picante, existe el habanero (con Denominación de Origen en la Península maya). Por su parte, el chile seco de mayor producción es el ancho proveniente de Zacatecas, San Luis Potosí́, Durango, Guanajuato y Puebla.
La capsaicina es la sustancia activa que provoca esa sensación de enchilamiento que desata en nuestro cerebro dopamina, hormona relacionada con la felicidad, por lo que el chile está relacionado con las emociones, además, tiene propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y antimicrobianas.
Además, el chile está vinculado a la virilidad, por lo que siempre se ha utilizado en menjurjes. Entre sus usos más comunes se encuentra la mejora del metabolismo, te quita la migraña, te ayuda a prevenir la gripa e incluso olvidarte de las infecciones por hongos, ya que estimula el sistema Inmunológico, reduce el riesgo del cáncer, entre otros padecimientos.
Actualmente se elaboran algunos productos con extracto de chile que aprovechan las cualidades de la capsaicina, uno de ellos es la línea de cuidado capilar Chili&Chili, la cual estimula el crecimiento y previene la alopecia. Otras propiedades del chile, específicamente el jalapeño, es el gran contenido en potasio, vitaminas A y C, hierro, magnesio, entre otras sustancias.
Los mitos del chile.
Aunque no lo creas, la ingesta de chile no es causante de daños estomacales; de hecho, es muy bueno para la digestión, ya que aumenta la producción de saliva y jugos gástricos manteniendo saludable a tu estómago. En un tono más esotérico, se cree que amarrar un manojo de ocho chiles diferentes, limpia el alma. Esta práctica era común entre nuestros ancestros. Otra creencia es que el vapor que emana de los chiles al hervor ahuyenta malos espíritus. Aunque no existe nada que avale esta creencia, muchas personas los usan para eliminar la mala vibra.