“Si reflexionamos de manera profunda –la salud mental-, nos daremos cuenta de que la pandemia del virus SARS-CoV-2 la puede poner en crisis”, señaló Guadalupe Huacuz Elías, titular de la Defensoría de los Derechos Universitarios (DDU) de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Sostuvo que las restricciones de la movilidad, el aislamiento, la disminución del contacto físico, el cambio abrupto en la cotidianidad, el temor por el bienestar de los seres queridos y el propio, la pérdida de ellos, las circunstancias inusuales, la inestabilidad económica y la dificultad para acceder a algunos servicios son factores que contribuyen a generar malestares relacionados con este problema.
En los 15 millones de personas que padecen algún trastorno mental en México –la mayoría adultos jóvenes en edad productiva– dichas molestias “pueden potenciarse por la interseccionalidad, es decir, por las identidades sexogenéricas, la discapacidad, la pobreza, la migración y otras condiciones de vulnerabilidad”, dijo.
Indicó que aun cuando hay un cuerpo legislativo en torno a la salud mental –que si bien no está previsto para dar respuesta a la pandemia– éste es poco conocido y “la verdad es que deberíamos estar al tanto todos y todas”.
En el contexto universitario el alumnado ha presentado problemas psicoemocionales diversos a partir de la contingencia sanitaria y según un informe del Colegio Académico en relación con el Proyecto Emergente de Enseñanza Remota (PEER), 26 por ciento de los universitarios recibió algún apoyo terapéutico durante el trimestre pasado, en que fue implementado el programa.
Los estudiantes consultados expusieron que entre los aspectos a mejorar está su necesidad de recibir ayuda para combatir el estrés, la ansiedad, el miedo y el cansancio ante el confinamiento y la carga de trabajo.
En el Diagnóstico de Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas (FODA) de la defensoría que encabeza, los jóvenes refirieron que la poca flexibilidad en las evaluaciones puede ser discriminatoria al ignorar los malestares psico-emocionales del estudiantado.
En cuanto al uso de la tecnología advirtieron que la comunicación no es fluida y se conservan los formatos tradicionales, además de que existe un descontento por la falta de flexibilidad y empatía respecto de las condiciones en que están tomando clase.
En aspectos relacionados con el género, no se cuenta con mecanismos de regulación sobre el ciber-acoso y otras violencias, y en el ámbito de la salud mental los niveles de depresión y ansiedad no están documentados, comentó.
Los datos derivados de este trabajo “nos lleva a especular también sobre algunas circunstancias de las personas que laboran en el sector académico y administrativo”, entre quienes están presentes las experiencias de enfermedad e inseguridades del futuro, pues además se sabe que la mayoría de esta población en la UAM es mayor de 60 años.
El informe del PEER también se establece que 56 por ciento de los profesores consultados refirió carecer “de conocimiento y habilidades para el manejo digital”, sin embargo, no hay datos sobre cómo esto ha influido en su falta de motivación para dar clases.