Cuando el organismo humano registra energía equilibrada al cien por ciento, no permite que otro ser viviente pueda ocuparlo, aseguró Berenice Guadarrama Flores, doctora en Biotecnología por la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), de la Ciudad de México (CDMX) refirió que sin un balance de los cinco elementos básicos: luz, oxigenación, hidratación, buen sueño y alimentación adecuada, cualquier patógeno “entrará en nuestro sistema, se hospedará y lo desestabilizará”, afectando también la vida emocional de la persona.
Cada ser vivo del ecosistema del planeta–humano, animales, plantas, células y virus, entre otros– tiene una identidad biológica, es decir, está muy bien delimitado y existe una interacción permanente de la energía “que obtenemos del sol, además de que las respuestas bioquímicas que suceden en nuestras células tienen que ver con la incidencia de los rayos solares”.
Los mamíferos integran la energía a través del oxígeno, por lo cual la respiración es fundamental para lograr consonancia, pues de lo contrario el nivel del mismo se verá mermado; por ejemplo vivir con estrés aumenta el ritmo cardíaco, lo que provoca pulsaciones más rápidas y aspiraciones más cortas y superficiales que no van a llegar al diafragma, sino sólo a la laringe.
Con la energía disminuida, la susceptibilidad a la invasión de cualquier patógeno del entorno será mayor, por lo que aprender a respirar de manera consciente –con inhalaciones profundas que lleguen hasta el diafragma– “nos va a proporcionar una sensación de bienestar”, ya que la oxigenación plena coadyuva a una cabal salud física y mental.
Como organismo proveniente del mar, el ser humano está conformado por 78 elementos químicos minerales presentes en el océano y para el buen equilibrio son esenciales la luz, la oxigenación y la hidratación, pues “necesitamos mineralizar el cuerpo para situarlo en un ambiente alcalino, a partir del agua y sus propiedades”.
Otro factor vital es dormir apropiadamente para mantener estables los sistemas nervioso central y periférico e inmunológico, pues si no se logra un buen sueño no podrán regenerarse las proteínas, los carbohidratos, los lípidos y, en general, todo el organismo, lo que conllevaría a permanecer en un estado de ansiedad durante el día que estimula un gasto intenso de energía metabólica y “nos hace querer consumir carbohidratos, sobre todo en forma de azúcares o grasas, lo que ocasiona una desregulación del aparato digestivo”.
La alimentación resulta básica, pues una dieta rica en vegetales, frutas y cereales contribuirá a que el sistema inmunológico funcione de manera adecuada, subrayó Guadarrama Flores.
De no lograrse el equilibrio de estos cinco componentes, cualquier patógeno podría entrar y desnivelar el sistema orgánico, ya que el COVID-19 se encuentra en el medio ambiente y depende de “nuestra integridad inmune que seamos más o menos susceptibles a contagiarnos”.
Además, los ejercicios de respiración profunda coadyuvan a disminuir la angustia y dado que “nuestra casa primera es nuestro cuerpo y a través de él se interactúa con el otro, al concebirlo observo mi salud y la procuro en armonía para que ningún patógeno entre en mí”.
La egresada de la UAM afirmó que es preciso “contemplarnos como una familia que coopera por la conciliación con el ecosistema y rescata el verdadero significado de la vida, redimiendo al ser humano y su sentido de comunidad”, ya que la pandemia del SARS-CoV-2 “nos ha dado la oportunidad de repensar nuestros hábitos, no sólo los individuales, sino los colectivos y ha puesto de manifiesto que el mundo es una comunidad y que hemos dado más relevancia a cuestiones materiales” que carecen de significación frente a la salud.
Ante el confinamiento “hemos hecho un alto en la vida y el estrés ha disminuido, de modo que todos los neurotransmisores y las hormonas que produce el cerebro bajo ese estado también han decrecido; entonces, la sensación es como la de un síndrome de abstinencia que puede generar una especie de vacío que hay que visualizar para recomponer las sensaciones y buscar el bienestar emocional”, aseveró la especialista en terapia sistémica familiar.