La creciente inflacionaria en el país es un factor económico que la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) advierte en sus sondeos de cada mes, al difundir la variación de los precios de los productos de la canasta básica de consumo esencial y obligado. La inflación no subyacente presentó en el último mes un incremento del 12.21 por ciento anual. Este índice inflacionario registra los precios de los productos agropecuarios, de los energéticos y las tarifas autorizadas por el gobierno.
«Entre otros factores, los precios se dispararon por el ajuste a las tarifas eléctricas dentro del esquema de temporada cálida en 18 metrópolis del país. El cambio a una tarifa mayor de la energía eléctrica más el incremento de los energéticos han encarecido tanto el suministro de las mercancías al mercado como su costo de producción», comentó Cuauhtémoc Rivera, presidente de ANPEC.
Productos de consumo esencial como el maíz, que empuja a la industria de la masa y la tortilla a buscar aumentar próximamente el kilo de tortilla a 24 pesos; la escasez del frijol negro y pinto en el mercado nacional debido al factor estacional de la sequía nos obligará a importar este grano de consumo básico nacional con el sobrecosto que implique (hasta 53 pesos por kilo).
La burbuja especulativa del huevo que elevó su precio súbitamente de 36 a 42 pesos el kilogramo; lo mismo ocurre con la lenteja de 44 a 55; papa de 22 a 24; limón de 25 a 44; naranja de 14 a 19; proteínas del mar; cárnicos como pollo de 56 a 68, res de 156 a 170, puerco de 69 a 96 y una larga lista de productos de la canasta básica que han visto elevar sus precios en sus distintas presentaciones, ya preenvasados de marca como también en su formato genéricos y a granel.
La inflación alimentaria que vive el país es un mal síntoma de la economía nacional que no se debe relativizar ni soslayar. Esta espiral inflacionaria seguirá en ascenso por lo que resta del año. La sequía, la caída del poder adquisitivo, el incremento de las gasolinas, gas LP y luz; restricciones por pandemia y las inauditas prohibiciones comerciales al suministro o las ventas constituyen un coctel amargo para la población que se llama inflación alimentaria, cuyo elegante nombre técnico es “Inflación no subyacente”; ya no se puede negar ni ocultar el hecho, ya que ha provocado una “inflación anual subyacente”.
«Esta estadística traducida a la cotidianidad que viven millones de hogares en el país en su esfuerzo por llevar alimentos a las mesas de sus hogares dejan de ser números para convertirse en rostros de impotencia, en historias de vida de una población que se sumerge cada vez más en una ingesta alimentaria de mala calidad y de escasa cantidad. El pueblo de México es un pueblo resiliente, capaz de resistir sismos, huracanes, pandemias y malos gobiernos, pero lo que no puede sortear es el hambre», finalizó Rivera.