La historia de nuestro país se arraiga en mitos, dialectos, palabras, religión, guerras, etc., que construyeron el imaginario social que deja ver las riquezas culturales que conforman al México actual.
Para acercarse a ellas, es necesario contar la vida cotidiana y curiosidades de los aztecas y que fueron heredados por los mexicanos actuales. En el libro “El mundo prehispánico para gente con prisa”, de editorial Planeta, de Enrique Ortiz, se presenta una serie de anécdotas sobre el diálogo común de los habitantes del Valle de México, y que se transformó radicalmente después de la Conquista.
El autor describió a periódico AM de Querétaro que su libro es una lectura rápida que puede ser agradable para adultos como estudiantes que quieran conocer más sobre el México prehispánico, aprender sobre muchas tradiciones que en la actualidad se siguen realizando o grandes cambios que no se pensaría pasaban antes.
Ejemplificó con el caso de la corrupción, pues en el México-Tenochtitlán, a la gente que robaba o engañaba se le daban castigos físicos muy severos y en ocasiones hasta la muerte, lo que provocaba tener un pueblo azteca con mínimos porcentajes de fechorías.
Otro caso simbólico, es que los aztecas insultaban a la gente diciéndole “huérfano gordo”, que denotaba despreció a la familia y que con el paso del tiempo se transformó en el actual “recordatorio familiar”.
Igualmente se llamaba a alguien que no se bañaba como “excremento-harapiento”, que hacía alusión a su olor personal. “Cabe recordar que los indígenas tenían la costumbre de bañarse a diario y no guardar un mal olor. A diferencia de los europeos que se rehusaban por meses a bañarse bajo argumentos de contagiarse de enfermedades”.
Relató que la prostitución que existía en tiempos prehispánicos era singular, pues las mujeres se pintaban los labios con el pigmento rojo de la grana cochinilla y masticaban chicle de forma escandalosa para llamar la atención. De ahí, que esa práctica de tronar el chicle en las mujeres fuera estigmatizada hasta nuestros días.
Rememora que el dicho de “cuando el Tecolote canta el indio muere”, deriva de relatos sobre la llegada de aves que se consideraban como malignos en épocas de sequía y plagas, que afectaban a la salud humana, siendo el cimiento de dicha leyenda.
Añadió que entre los mitos, el más frecuente es el que da origen al escudo de la bandera de México que muestra a un águila sobrevolando un nopal mientras devora una serpiente.
Pero una observación detallada, como la del autor, en una de las piezas que hay en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología se muestra que “en vez de la conocida serpiente en el pico del águila hay dos listones entrecruzados: uno representa fuego y el otro, agua. Se trata de atl-tla chinolli, cuyo significado es «agua quemada», el símbolo por excelencia para representar la guerra sagrada mexica, y no necesariamente un símbolo para establecer un territorio.
Además de dejar en claro ese mito, en el libro también se describe cómo era la alimentación con los tamales de carne humana y otros platillos inimaginables; magia y hechicería; saludos, insultos y ofensas como picarle el ombligo a otra persona; cómo el pulque alegraba al corazón; y otras actividades que todavía forman parte de la identidad de México.
Otra herencia es la frase de “ya se petateo”, pues antiguamente en América no se utilizaban ataúdes, sino petates para envolver a los difuntos.
Detalla que “el México actual, pese a que físicamente somos muy parecidos a los primeros mexicanos, tenemos todo un contexto diferente, de cultura, religión, educación, etc., pero se siguen guardando grandes similitudes como es el comer pozole, chía, amaranto, miel, frijoles, maíz, calabazas, chiles, etc”.
Puntualizó que este libro es para divertirse y saber más sobre la vida coloquial del antes y de las cosas que se han perdido con el paso de los años, así como de aquello que se sigue perpetuando de generación en generación. “Todo de forma relajada y ahorrándose el leer infinidad de libros antiguos”.
Acepta que fue complejo el realizar este libro, que constó de más de dos años de investigación de obras prehispánicas –aquello que sobrevivió a la conquista-, así como los escritos de la época virreinal (Fray Bernardino, Hernán Cortes, etc), que describían la cotidianeidad de los aztecas y posteriores mexicanos.
Enrique Ortiz, es también conocido como Tlatoani Cuauhtémoc, que actualmente se dedica a dar a conocer las riquezas culturales de México.