A raíz de la pandemia, en el mundo laboral se ha perfeccionado la vigilancia y con los nuevos procedimientos y formas de trabajo remoto “estamos siendo escrupulosamente vigilados y cronometrados”, afirmó el doctor Alejandro Espinoza Yáñez, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ubicada en la Ciudad de México (UAM).
“Ahora la supervisión a distancia es brutal, te controlan los clics dados y la fiscalización gerencial se incrementó exponencialmente”, advirtió.
El manejo de software para controlar el trabajo en el hogar y medir el desempeño ha cobrado relevancia. Más allá de la pandemia, “vivimos el capitalismo de las plataformas, ya no se trata sólo de la macdonalización de la sociedad, sino que estamos frente a la obrerización donde cambian las formas de contratación de las personas”, reconoció el profesor del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco.
Ahora, este grupo de empleados “invisibles” no tiene trato directo con la empresa que los contrata, todo es por medio de la virtualidad, además que el fenómeno de la terciarización laboral sigue presente.
Para entender los cambios es pertinente contrastar la rigidez de la contratación del pasado frente a la nueva regulación que consiste en acordar con facilidad y despedir con rapidez.
Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado se impuso una flexibilización y la reducción de la bilateralidad laboral, aunque a final del siglo se trató de regresar a este sistema con el pago de estímulos, explicó el especialista.
“Los contratos colectivos fueron modificados y se introdujeron los esquemas de productividad, como en teléfonos de México. En la administración del presidente Miguel de la Madrid (1982-1988) se rediscutieron las reglas de este mecanismo con la venia del Consejo Coordinador Empresarial para desregular temas laborales, por tanto, la flexibilización no es sólo un fenómeno técnico sino político”.
El sindicalismo de protección es una grave situación que afecta a los asalariados, aunque hay casos muy particulares como en la planta matriz de General Motors que exigía a las empresas proveedoras pagaran mejores sueldos a sus empleados.
El doctor Carlos Salas Pérez, profesor visitante del Departamento de Economía de la Unidad Azcapotzalco de la UAM, expresó que la idea de flexibilidad en el trabajo se oponía a la rigidez de las leyes que controlaban la contratación, por lo que la discusión entonces era adaptar la contratación para mejorar los salarios.
Al eliminar las formas rígidas de pago y contratación, se argumentó que se generarían más empleos y mejor remunerados, pero nada de eso sucedió en México o América Latina.
En la actualidad, algunos estudios han determinado que no ha habido cambios estructurales en la forma de trabajo por la pandemia, aunque definitivamente han cambiado las formas y sí ha tenido impacto en el sector pues prevalecen los empleos de tiempo parcial.
“La presencia de un sindicato hace una diferencia sustantiva en los salarios y las condiciones laborales, pero el problema que tenemos en México es que la mayoría no representan a los empleados, por lo que se ha marcado la necesidad de la certificación de estas agrupaciones”.
En la empresa automotriz General Motors ubicada en Silao, Guanajuato, la agrupación afiliada a la Confederación de Trabajadores de México “hace todo lo posible para que los agremiados voten por un contrato colectivo que no conocen y que ofrece salarios inferiores a empresas similares como Nissan”.
La forma de organización debe cambiar para ampliarse en defensa de los empleados, pero implica la necesidad de que la sindicación aumente y cubra al menos a 11 por ciento de los asalariados del país e incluya a aquellos que trabajan por cuenta propia.
En la pandemia quienes laboraron por cuenta propia fueron los que más sufrieron y tuvieron que buscar la manera de conseguir ingresos, mientras aquellos ocupados en asuntos esenciales tampoco mejoraron sus condiciones, mientras los de plataformas virtuales tuvieron un crecimiento nunca visto, aunque ese tipo de actividad es inestable y mal pagada.