La naturaleza proporciona a la humanidad materia prima para crear bienes y servicios indispensables: la comida que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos; así como la regulación del clima global, todos dependen de la existencia de vida vegetal y animal.
El reporte “Biodiversity at risk: preserving the natural world for our future” de AXA Research Fund, estima que los ecosistemas del mundo proporcionan beneficios equiparables a entre 125 y 140 billones de dólares al año, lo que equivale a 1.5 veces del Producto Interno Bruto (PIB) mundial.
Sin embargo, los efectos negativos del crecimiento económico en el medio ambiente están socavando la sostenibilidad de nuestro modelo actual, y debemos empezar a cuestionarnos sobre la eficiencia de los indicadores tradicionales de riqueza y desarrollo, como lo es el PIB.
Nuestras nociones generalizadas sobre la economía se basaron en que los recursos naturales eran infinitos, en un momento en que el mundo tenía una población menor a 4 mil millones de personas. Como resultado, el crecimiento económico ocurre a expensas del capital natural, que se está agotando a gran escala para satisfacer las demandas de una población mundial que se dirige hacia un estimado de 10 mil millones para 2050.
Existen indicadores alternativos que han sido desarrollados tomando en cuenta aspectos sociales y medioambientales, como lo es el Índice de Riqueza Inclusivo (Inclusive Wealth Index), que se centra en cómo un país gestiona su capital social total. De hecho, según esta variable, algunos países se están volviendo más pobres a medida que la disminución del capital natural está superando el aumento de otras formas de capital.
Evaluar el capital natural y determinar cómo integrarlo en la economía representa un cambio de enfoque y también un desafío práctico, debido a nuestro conocimiento limitado sobre la relación entre ecosistemas y el valor de los servicios que brindan.
Para estimar mejor el valor de la naturaleza y ayudar a tomar las medidas adecuadas, es primordial que mejoremos nuestra comprensión de lo que está en juego e investiguemos cuestiones tales como la relación entre la biodiversidad y cambio climático, en qué medida está vinculada a la seguridad alimentaria, y por lo tanto, a posibles conflictos: el costo de erosión del capital natural para nuestras economías y la sociedad, y el papel que los seguros pueden jugar a través de su suscripción a estrategias y decisiones de inversión.
La participación del sector privado es clave en los esfuerzos para recuperar la biodiversidad perdida, considerando la brecha en los fondos requeridos. Actualmente, se destinan alrededor de 39 mil millones de dólares por año a la conservación, mientras que se necesita un estimado de entre 300 y 400 mil millones para preservar ecosistemas saludables.
Grupo AXA ha apostado por la investigación a través del fondo para la investigación llamado AXA Research Fund, con el que apoya más de 60 proyectos relacionados con la biodiversidad, con una inversión aproximada de 10 millones de euros. A través de este compromiso, busca proporcionar una base científica para la toma de decisiones informada para solucionar esta problemática.
La pérdida de biodiversidad podría tener un alto costo para nuestra economía si no le damos la importancia debida. Los países que corren mayor riesgo son las poblaciones de bajos ingresos, que dependen más de los recursos naturales para empujar su economía.