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Acerca del autor: Matías Gómez Léautaud, graduado del Programa del Diploma del Bachillerato Internacional en el Instituto Educativo Olinca e internacionalista por El Colegio de México. Actualmente trabaja como analista de riesgo político en el sector energético

“Hablar de la vida después de la pandemia de la COVID-19 parece ingenuo y raya en lo absurdo cuando México se encuentra en una tercera ola de contagios y la variante delta causa estragos, inclusive en países con altos porcentajes de vacunación. Sin embargo, de una u otra manera, la crisis sanitaria llegará a su fin cuando se alcance la inmunidad de rebaño en todo el mundo y se puedan resumir las actividades de una forma más segura”, detalla Matías Gómez Léautaud.

Además, agrega que: la educación es uno de los sectores más afectados por los meses de confinamiento, reducida en alcance y calidad debido a las constantes interrupciones, deficiencias de acceso y distancia prolongada. Unesco, Unicef y el Banco Mundial calculan que una tercera parte de los países mantienen las escuelas cerradas o no han comenzado programas que busquen remediar los daños causados por su cierre.

Antes de la pandemia había más de 258 millones de niños y niñas menores de 15 años fuera de la escuela, lo que se traducía en una pobreza educativa del 53 % que no iba a clases o no tenía capacidades de lectura y comprensión en países de ingresos bajos y medios. Los cierres forzados en respuesta a la crisis sanitaria implicaron que más de 1,600 millones de estudiantes de primaria y secundaria no pudieron ir a clase, de los cuales 700 millones siguen en modalidades híbridas o a distancia. Se espera que al menos 11 millones de niños y niñas dejarán la escuela en el transcurso de la pandemia debido a las bajas en ingresos familiares.

«La existencia de desigualdades entre países y dentro de ellos se evidencia por la eficiente transición que algunas escuelas privadas pudieron tener a una educación virtual en comparación con la educación pública, incluso en regiones prósperas”.

Matías Gómez, destaca que: en consecuencia, programas como el Bachillerato Internacional (IB) pueden ofrecer modelos de educación global que orienten, apoyen y coordinen en la recuperación educativa que viene. Es importante repensar las oportunidades que podría haber si se implementara un modelo de cooperación entre el IB y las autoridades educativas del país.

“Para mí, cursar el Programa del Diploma del IB fue mucho más que obtener un certificado de ciertos conocimientos y habilidades; representó el primer reto académico que catapultó el resto de mi carrera académica y profesional. Fomentar un acercamiento crítico a los problemas que enfrentamos como generación en un mundo en constante deterioro es fundamental para poder ofrecer soluciones factibles a problemas multidimensionales”.

Por último, expresa “La cooperación global entre países de todos los niveles de ingresos no solo es imperativa para alcanzar la inmunidad de rebaño y prevenir la evolución de variantes más contagiosas, sino también para atender las desigualdades que la pandemia exacerbó. Es por eso por lo que tanto gobiernos como la iniciativa privada y las organizaciones no gubernamentales tienen que trabajar mano a mano para garantizar un acceso seguro y equitativo a la educación global”.

Fuente Comunicae

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