Por: Ricardo Reyes, director de Estrategia y Transformación
Hasta hace algunos años, el índice de bienestar y prosperidad de una sociedad o país era medido por su capacidad industrial. El objetivo era producir, quizá de forma desmedida, sin detenernos a pensar en cuántos residuos generamos y cuál sería el costo ambiental que tendríamos que afrontar. Cuando hablábamos del agotamiento de los recursos, imaginábamos que faltaban muchos años, se veía como algo muy lejano. Sin embargo, ese futuro es hoy.
Durante este año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que la producción industrial en México subió 4.3% interanual durante enero de 2022. Los sectores como el de la minería y la industria manufacturera fueron los más beneficiados con un crecimiento de 10.6 y 3.8 por ciento respectivamente.
Ante este panorama la Evaluación del Impacto Ambiental (EIA) dio a conocer que el país generó un poco más de 553 millones de gases de efecto invernadero (GEI), una cifra realmente alta, la cual, si queremos cumplir con lo pactado durante el Acuerdo de París debemos de revertir de inmediato.
El problema radica en buscar soluciones innovadoras que nos permitan cuidar al planeta e impulsar la transformación ecológica de los modelos económicos. Para ello, la industria tendrá que enfrentar una gran disyuntiva: ¿cómo producir más sin dañar el medio ambiente?
El verdadero reto de la industrialización está en la reducción o eliminación de los residuos peligrosos, sustancias tóxicas, corrosivas, reactivas o biológico-infecciosas que no deberían de llegar al medioambiente o reingresar a los ciclos de reciclaje, ya que representan un peligro para el equilibrio ecológico y ambiental.
De acuerdo con la SEMARNAT, la generación total de residuos en México en el año 2017 fue de más de dos millones de toneladas, las cuales en su mayoría son productos químicos que sirven de materia prima para la fabricación de nuevos materiales, medicamentos, plaguicidas, o bien como intermediarios de múltiples procesos industriales.
Ante la emergencia climática, sociedad, gobierno e industria juegan un papel fundamental para enfrentar el gran desafío de adaptar sus procesos para mitigar el riesgo ambiental. Es por ello que la correcta gestión de los residuos peligrosos desempeña un rol esencial para la seguridad, la salud pública, la lucha contra la contaminación y la preservación de los recursos.
Nuestra huella ecológica resulta insostenible a mediano plazo. Ciertamente, nos enfrentamos a un gran desafío: establecer pautas para intentar desarrollar una economía global sostenible; una economía que el planeta sea capaz de mantener. Dicho desafío es enorme, pero, a su vez, supone una extraordinaria oportunidad para las empresas.
Por ello, es crítico que las organizaciones, empresas e industria trabajen en conjunto para enfrentar los tres principales retos ambientales: frenar la contaminación, evitar la pérdida de biodiversidad y mitigar el cambio climático a través de una gestión adecuada de los residuos peligrosos.
La lucha contra la contaminación y la preservación de los recursos ha hecho que las tecnologías de tratamiento de los residuos peligrosos ofrezcan procesos donde éstos pueden llegar a tener una nueva oportunidad, muchos de ellos ligados a la producción de energías eficientes. En Veolia, contribuimos al tratamiento adecuado de este tipo de desechos con el mayor sitio de disposición final del país ubicado en Mina, Nuevo León, en el que recibimos aquellos que no pueden valorizarse para mitigar el impacto al medioambiente.
Esta alternativa se procesa en los Centros de Servicios Ambientales ubicados en Xalostoc y en San Luis Potosí, con los que se busca dar una solución sustentable a las industrias ofreciendo servicios de recolección y recepción de residuos, segregación y valorización.
Con este aprovechamiento se reduce la contaminación ambiental, disminuyen las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) y se habilita una fuente alternativa de energía. La gestión eficiente de los residuos peligrosos puede traer importantes beneficios para las empresas, es una inversión a largo plazo que se puede ver reflejada en mayor competitividad, mejoras en la eficiencia de los procesos, reducción en costos, impacto positivo en la imagen y reputación de la corporativa y en una oportunidad de diferenciarse de la competencia por las características sostenibles que ofrece.