La pérdida creciente y preocupante de los mares helados tanto en el norte como en el sur del planeta conforman una realidad que se agrava por los efectos del cambio climático, expuso el doctor Jerónimo López Martínez, miembro honorario vitalicio del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR, por sus siglas en inglés) y profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, de visita en la Ciudad de México.
Además de la amplia investigación científica que existe sobre el continente cubierto de hielo, el geólogo López Martínez, con 12 expediciones en el sitio, abordó en su encuentro con la secretaria Ruiz Gutiérrez la reciente integración, en 2021, de México al SCAR, organización que agrupa a 46 países y nueve uniones científicas internacionales.
En 2020 se creó la Agencia Mexicana de Estudios Antárticos (AMEA), que representa a nuestro país ante la SCAR, con auspicio de la Academia Mexicana de Ciencias.
El científico ha visitado a autoridades de nuestro país con el fin de impulsar la ratificación por parte de Mexico del Tratado Antártico, documento que marca los principios de administración y gobernanza que rigen a la Antártida.
El tratado, dijo el científico español, lo reconocen al día de hoy 55 naciones, que en su conjunto representan el 65 por ciento de la población mundial. México aún no lo ha reconocido y es importante que se comprendan las ventajas de adherirse, “por eso estas reuniones han sido muy favorables”.
López Martínez ha podido exponer información útil referente a las investigaciones que se realizan en la Antártida y la oportunidad que tienen los investigadores mexicanos de enlazar sus estudios, conectar con otros pares y concretar relaciones o trabajar en el futuro en la zona. “Para México y cualquier otro país es muy enriquecedor participar en estos foros”.
En su descripción, indicó que se trata de un territorio muy grande, con 13.66 millones de kilómetros cuadrados, y para su estudio y conservación se requiere de muchos participantes, lo que permite proyectar las capacidades existentes en México a través de sus grupos e instituciones de investigación, pues consideró que la contribución en este ámbito puede ser de gran importancia.
El SCAR, como órgano asesor del Tratado Antártico, tiene grupos que abarcan temáticas como: ciencias de la vida, ciencias de la Tierra, ciencias sociales y humanidades; “no da opiniones, ofrece asesoramiento científico e independiente, y si no tiene los grupos de trabajo, los crea, y para ello reúne a miles de científicos”.
López Martínez recordó que el Tratado Antártico se firmó en 1959 y entró en vigor en 1961. Declaró al continente como un sitio de conservación ambiental preferente, para la paz y cooperación internacional, entre otros lineamientos, como la prohibición de actividades militares, de explosiones nucleares y almacenamiento de residuos radiactivos.
“Reúne lo que hoy se necesita para hacer frente a retos como el cambio climático que requiere una respuesta multinacional, pues la atmósfera es una y los océanos están interconectados: lo que se haga en un lugar repercute en otros”.
Los polos, definidos como los puntos en los que el eje terrestre atraviesa la esfera planetaria, son lugares muy significativos, en particular la Antártida, donde la atmósfera se enfría más que en ningún otro lado, se generan las aguas más frías, más salinas, más densas que, al hundirse, alimentan lo que se llama termohalina, circulación que afecta de forma global al conjunto de las masas de aguas oceánicas del mundo.
Cuando esas aguas calientes llegan a la Antártida luego de haber pasado por zonas centrales del Ártico vuelven a enfriarse, se hacen más saladas y retroalimentan la circulación, lo que tiene impacto crítico en el clima de todo el planeta.
La Antártida representa el 10 por ciento de las tierras emergidas en el mundo y concentra más del 90 por ciento del hielo, mientras que en Groelandia está el 7 por ciento y el restante 3 en la zona ártica. Además, desempeña un papel clave en los niveles del mar en el orbe.
Si el hielo que contiene se funde por acciones de calentamiento o por la llegada de corrientes más cálidas que deshielan las plataformas, contribuiría a la subida del nivel del mar, lo cual hoy tiene una tendencia creciente y repercute en todas las costas del mundo.
En el caso de México, abierto a dos océanos, este fenómeno lo impacta de manera importante, pues las propias corrientes marinas tienen efectos también en las poblaciones humanas, en los recursos pesqueros y en la economía, dijo el profesor emérito de la UAM, experto en geología dinámica interna y externa y en neotectónica.
Los dos polos, importantes como fuentes de frío, tienen una gran diferencia. El Ártico es un océano rodeado de continentes y solo hay una masa de hielo muy gruesa e importante en Groenlandia, el resto es agua salada congelada.
Esa superficie registra cambios importantes en las últimas décadas debido al calentamiento global, también esto ocurre en la Antártida, el mar se hiela en invierno y en el verano austral se reduce significativamente, más que en el Ártico, lo que es de relevancia porque si la radiación solar —la principal fuente de energía que llega a la Tierra—, encuentra una superficie congelada, blanca, se refleja hasta en 90 por ciento.
Pero si el área está descongelada esta radiación se absorbe, se calientan las aguas y se transmite a otros lugares, que hace que los balances de masa y energía en la Tierra frente al cambio climático presenten un retroceso considerable. Esto se conoce por los satélites que ofrecen regularmente información sobre la superficie de mar helado y el grosor, seguimiento que se puede hacer desde las instituciones, donde México puede hacer contribuciones importantes.
La pérdida de hielo en las zonas polares se tiene documentada desde 1979, año en que se lanzaron los primeros satélites artificiales con órbita polar. Se constata, por ejemplo, que el Hemisferio Norte pierde alrededor de 10 por ciento de superficie del mar helado por década; es decir, poco más de 40 por ciento en los últimos 40 años, cifra mayor a la que se ha perdido en la Antártida, donde hasta hace pocos años había una tendencia ligeramente creciente de uno por ciento por década en superficie de mar helada.
“Pero desde 2016 esto se ha invertido y en 2022 se llegó al récord de menor superficie de mar helado en la Antártida”. Se requiere, por tanto, mucha información e investigación (…) El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático transmite mensajes cada vez más claros para actuar de manera urgente”.