Gracias al acceso a la información y a la educación de calidad cada vez más mujeres
participan en la vida laboral como académicas, profesionistas o empresarias, esto ha
dado paso a que muchas mujeres retrasen o dejen a un lado la idea de ser madres y con
ello a que en sus círculos sean cuestionadas por aplazar una característica de su género.
Aunque no lo parezca, la presión social también influye en las decisiones de las
mujeres al intentar hacerlas partícipes de un rol al que tal vez, después de sus 30 años,
no quieren acceder o que quieren seguir aplazando en el afán de conseguir éxito en su
vida profesional.
En la actualidad y a causa del acceso de la mujer al mercado laboral, las
transformaciones sociales fueron necesarias, tanto así que ahora las mujeres pueden
decidir con facilidad si quieren o no tener hijos y cuándo es que quieren hacerlo a pesar
de ser influenciadas por el medio o la sociedad en la que se desarrollan.
Y para quienes deciden ser madres en la actualidad, deben aprender a combinar las
tareas laborales con las actividades relacionadas con la maternidad, tomando en cuenta
las exigencias individuales y los tiempos disponibles con los que cuenta cada una.
Alejandra Collado Campos, especialista en Estudios de la Mujer, destaca que los
estados con menor tasa de fecundidad son la Ciudad de México, Baja California Sur y
Baja California Norte; además, en el país el decremento en el número de hijos se
mantendrá pues se prevé que para el 2050 este será en promedio de 1.7 hijos por mujer.
Para dar mayor contexto, en 1978 la fecundidad registró un promedio de cinco hijos por
mujer; luego descendió a cuatro hijos en 1985; posteriormente, disminuyó a tres hijos
en 1993 hasta alcanzar alrededor de 2.4 hijos en la actualidad.
Si bien los tiempos han cambiado, muchas mujeres siguen escuchando o interiorizando
discursos violentos que las hacen cuestionarse, sobre todo si sobrepasan los 30 años, de
cómo “el tiempo se les está yendo”, por lo que llegan a la conclusión de que deben de
ser madres ya para, por fin, cumplir el rol de género que le “corresponde a su sexo.
Para concretar la idea, aquellas mujeres que deciden postergar la maternidad adquieren
significaciones negativas pues no están funcionando acorde con su género por ello, se
les tiende a llamar de manera peyorativa “la solterona”, “la que nadie quiso” o bien se
les atribuyen adjetivos como amargada, enojona, aburrida, etcétera, y se deja de
considerar que aquella mujer pueda ser plena, sentirse feliz e inclusive, desarrollarse
completamente sin tener que ser madre.
También, debemos añadir que dentro de la sociedad se asocia a la maternidad con la
madurez, es decir, se cree que las mujeres que no tienen hijos no han alcanzado la
adultez, mientras que las madres son vistas como mujeres que ya alcanzaron la
condición de adultas y por ende son vistas con admiración y aprecio dentro de la
sociedad.
Las limitantes hacia las mujeres en edad reproductiva se someten a comportamientos y
discursos que, en primera instancia, se escuchan en la familia; luego, en el ámbito
profesional o laboral y, por último, los que corresponden a la convivencia social
(círculos sociales o vecinales).
La presión social se observa, escucha y/o percibe cuando un grupo demanda algo a una
persona o a un conjunto de individuos para que realicen actividades o acciones que hace
el grupo, es decir, compartan o generalicen sus vidas. La maternidad, en ese sentido, es
una conducta asociada a las mujeres y aquellas que se desprenden o deciden postergarla
son vistas como “diferentes” por lo que se cree que deben ser cuestionadas e incitadas
(coaccionadas) para que sean parte de dicha comunidad.
La transgresión al ámbito comunitario genera cuestionamientos, prejuicios, sugerencias,
intentos de persuasión, exhortaciones, comentarios y descalificación por parte de otras
mujeres, en su mayoría, amigas, colegas o vecinas, que resultan en estrategias de
afrontamiento y resignificación.
¿Cuántas mujeres no han escuchado frases como “¿por qué no tienes un hijo?”, “¡de
perdido ten un hijo!”, “¡estás sola!”, “se te está yendo el tren”? Haciendo alusión a que
el tiempo pasa y con ello la capacidad de ser madres.
Si bien todos los estigmas son culturales estos se subcategorizan para comprender en
cuántos y en qué espacios se hacen presentes.
Prejuicios culturales y familiares. En este aspecto es común escuchar frases como
“¿Para cuándo tus hijos?”, “¿Y por qué no adoptas?”, “Si una mujer no tiene hijos
¿cómo va a dejar huella y cómo va a seguir el apellido?”, “Tener hijos es importante
para que no te quedes sola”, “Un hijo es la satisfacción más grande que puedes tener en
la vida”.
La persuasión emocional tiene un gran poder pues la familia es un ámbito en el que se
genera la convivencia y los lazos de apoyo y comprensión, por ello, en ese espacio es
donde cobra más fuerza e importancia la decisión de querer o no ser madre y esta
debería de ser respetada.
Prejuicios sociales. Algunas personas aseguran que “un útero que no da hijos, da
tumores” o que existe un reloj biológico que se debe de seguir.2 Incluso, una psicóloga
trató de convencer a su paciente de tener hijos, por lo que la paciente prefirió buscar la
asesoría de alguien más quien le pudiera ayudar a entender que el ser madre se trata más
de un prejuicio que de una condición que debe de ser cumplida.
Con este tipo de situaciones podemos notar los prejuicios infundados en las mujeres por
la sociedad.
Prejuicios interiorizados. Todas las mujeres, en más de una ocasión, se han cuestionado
sobre lo que deben o no hacer referente a la maternidad a causa de la presión social que
es ejercida en ellas desde una temprana edad y que termina convirtiéndose en parte de
su subconsciente. Debido a ello, las mujeres de manera, muchas veces inconsciente,
asumen que solo existe un rol que debe ser atendido sin cuestionamientos: el ser madre.
Como resultado de esto, las mujeres tienden a posponer e incluso detener por completo
su desarrollo profesional o cualquier otro rasgo de interés propio por atender “el más
grande proyecto de vida”. Estos no son más que prejuicios e ideologías que fueron
sembradas en el pasado y que su propósito es cumplir con las expectativas impuestas
por alguien más o bien, satisfacer esa necesidad de pertenencia y de cuidado en la vejez
por parte de los hijos.
En última instancia, las mujeres que se insertan al mercado laboral no solo priorizan o
deciden cambiar el momento en que tendrán hijos, también están tomando decisiones
sobre su cuerpo y el tiempo en el que quieren desarrollar su maternidad, sin
necesariamente tratarse de una imposición de género.
Así mismo, es cuestionable cómo se lleva a cabo la maternidad y de qué manera se le
visualiza, ya que hoy en día no es la principal responsabilidad de las mujeres sino que se
comparte con las tareas laborales y las actividades relacionadas con la maternidad,
tomando en cuenta las exigencias individuales y los tiempos disponibles con los que
cuenta cada mujer.