El cambio climático es una de las crisis mundiales que requieren acciones urgentes y multifacéticas, ya que sus efectos se han extendido más allá de lo ambiental para tocar cada aspecto de la vida humana. Lo anterior tiene consecuencias visibles entre los grupos más vulnerables porque sus dinámicas, sobre todo, de las niñas y mujeres, se ven profundamente afectadas por las altas temperaturas o falta de acceso al agua.

De acuerdo con el Índice de Riesgo Climático 2020, esta realidad ha afectado de manera significativa a los países de América Latina, entre ellos México, en comparación con naciones como Japón y Filipinas que presentan los índices de menor riesgo.

En muchas regiones del mundo, las mujeres y niñas son las principales responsables de tareas domésticas como la recolección de agua, el cultivo de alimentos y el cuidado de los enfermos con el aumento de sequías, inundaciones y eventos climáticos extremos, estas responsabilidades se vuelven cada vez más arduas y peligrosas. La carga adicional no sólo afecta la salud física de las mujeres, sino que también reduce significativamente su tiempo y energía para la educación, el trabajo remunerado y otras actividades esenciales para su desarrollo personal y económico.

Falta de acceso al agua e higiene menstrual

Uno de los impactos más graves del cambio climático es la creciente escasez de agua. La falta de acceso al agua potable no sólo es una crisis en sí misma, sino que también tiene profundas implicaciones para la higiene menstrual de las mujeres. La menstruación, un proceso natural que afecta a la mitad de la población mundial, se convierte en un desafío mayor en contextos donde el agua es escasa.

Sin acceso adecuado al agua, las mujeres y niñas enfrentan dificultades significativas para mantener la higiene menstrual, de acuerdo con el Programa Higiene Menstrual del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en México el 43% de las niñas y adolescentes prefieren quedarse en casa que ir a la escuela durante su periodo menstrual; el 30% utiliza papel higiénico en lugar de toallas sanitarias; el 66% piensa que los baños en sus escuelas están sucios; y el 73% se lava las manos sin jabón.

De acuerdo con el BID, la matrícula escolar de las niñas incrementa 15% cuando las comunidades cuentan con agua y saneamiento. Por ende, proveer a las comunidades de agua y saneamiento representa una oportunidad para hacer frente a los desafíos que plantea la higiene (básica) femenina, desmitificando la menstruación, promoviendo la participación de la mujer, fomentando el diseño de políticas inclusivas, diseñando infraestructura adecuada.

Abordar el impacto del cambio climático en la vida de las niñas y mujeres requiere un enfoque integral que incluya la mejora del acceso al agua y la higiene menstrual, así lo señala Paola Acuña, Brand Manager y experta en gestión menstrual de ProFemme. Las soluciones deben ir más allá de la mera provisión de recursos, por el contrario, debe de integrar un plan de acciones que promuevan la equidad de género, educación y participación de las mujeres en la toma de decisiones.

La inversión en infraestructura de agua y saneamiento es crucial, así como la educación sobre salud menstrual y la distribución de productos menstruales reutilizables y sostenibles. Además, es esencial fomentar la resiliencia comunitaria y la participación de las mujeres en la planificación y respuesta al cambio climático.

El cambio climático es un problema global que requiere soluciones globales, pero su impacto desproporcionado en las mujeres y niñas subraya la necesidad de un enfoque de género en las políticas climáticas.

 

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