De acuerdo con estimaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 400 millones de niñas y niños en el mundo realizan actividades que ponen en riesgo su bienestar, destaca la profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Carmen Gabriela Ruiz Serrano.

En el caso de México, el estimado de estos organismos asciende a 7.1 por ciento de los casi 30 millones de menores que viven en el territorio nacional, agrega.

Hay diversas expresiones de trata de personas, en una condición de esclavitud en el mundo contemporáneo; hay infantes en actividades agrícolas, mineras y de explotación sexual, alerta.

Para UNICEF, la Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial del Trabajo, el empleo infantil es toda aquella actividad que pone en riesgo su desarrollo biopsicosocial, así como el de los adolescentes.

En el país no hay estadísticas fidedignas sobre el tema, pues está vinculado a aspectos delictivos. “Por ejemplo, los menores que se encuentran en las maquiladoras clandestinas, o los que están en condiciones de esclavitud por parte del crimen organizado, que han sido coptados para ser sicarios en un contexto de esclavitud”, enfatiza.

La experta afirma que para México tienen un estimado, antes de la pandemia, de 30 mil en un entorno de criminalidad.

Al estar asociado con esta clandestinidad es difícil saber cuántos son, pero sabemos que las expresiones son diversas: algunos son explotados para la mendicidad forzada en grandes ciudades, otros en zonas rurales para trabajar en los campos agrícolas; están ligados al fenómeno migratorio y otro grupo a la explotación sexual. Todas estas situaciones los colocan en una condición de vulnerabilidad, explica.

En cuanto a la movilidad humana, que es la migración, donde México se ha constituido en una nación de tránsito y destino, Ruiz Serrano asegura que también vivimos esta problemática desde el sur hasta el norte, vinculada con la niñez.

En la sociedad, subraya, a veces nos parece normal verlos trabajar, y poco nos preguntamos por qué no están en las escuelas como corresponde a su edad y etapa de formación.

Esto tiene que ver con una perspectiva adultocéntrica, en donde hemos privatizado su cuidado. Cuando no acuden a la escuela se le atribuye la responsabilidad únicamente a la familia, no social o como una encomienda del Estado que debe garantizar el derecho a la educación, abunda.

De acuerdo con Ruiz Serrano, esta situación se agudizó con la pandemia cuando dejaron de asistir por no tener acceso a clases en línea, y otros laboraron porque sus padres enfermaron o murieron.

La especialista menciona que los daños por no acudir son variados, profundos y definitivos en su formación. La escuela es el segundo espacio de socialización después de la familia. No tiene que ver solo con la transmisión de conocimiento, sino con una relación social y con la manera como ellas y ellos traducen el mundo. La etapa entre los 0 y los seis años, llamada primera infancia, determina la manera como van a funcionar en el mundo, asevera.

 

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