La contaminación del aire en México sigue cobrando vidas. Según el reciente Informe de la calidad del aire en la megalópolis 2013-2022, elaborado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) para la Comisión Ambiental de la Megalópolis, en 2019 se registraron 48,331 muertes prematuras relacionadas con la mala calidad del aire.
Este fenómeno no solo afecta a la Ciudad de México, donde ocurren entre ocho mil y catorce mil decesos anuales, sino también a otras grandes urbes como Monterrey, que recientemente ha sido catalogada como la metrópoli más contaminada del país debido a su densidad poblacional e industrial.
La situación es alarmante en varios municipios del Estado de México, tales como Acolman, Zumpango, Toluca, Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli, Zinacantepec, Naucalpan y Fuentes del Valle. Estos lugares frecuentemente registran altos niveles de partículas PM2.5, que son perjudiciales para la salud al penetrar profundamente en el sistema respiratorio. Los niños son particularmente vulnerables, presentando problemas como el crecimiento reducido y el deterioro de la función pulmonar. En adultos, se han incrementado las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, además de emergentes evidencias de diabetes y enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la contaminación.
Frente a esta crisis, Fernanda Rionda, paisajista naturalista y presidenta de la Sociedad de Arquitectos Paisajistas de México, dijo que “es imperativo implementar medidas efectivas. A pesar de la creación de instituciones como la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, así como la existencia de leyes que promueven la calidad del aire y la protección ambiental, la falta de recursos han limitado su efectividad. Además, la educación y la capacitación en temas ecológicos son insuficientes, lo que disminuye el impacto positivo de estas políticas”.
En cuanto a la regulación industrial, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) establece normas para la preservación del medio ambiente, obligando a las empresas a presentar Manifestaciones de Impacto Ambiental (MIA). Sin embargo, es crucial que estas normativas se cumplan y que la ciudadanía participe activamente en la toma de decisiones ambientales.
Para enfrentar esta problemática, se requiere un sistema de alertas tempranas para informar a la población sobre las olas de calor y cómo protegerse. Además, todos podemos contribuir con acciones sencillas como reducir el consumo de energía y agua, utilizar medios de transporte sostenibles, reciclar y reutilizar objetos, usar productos biodegradables, plantar árboles y consumir alimentos locales y de temporada.
Las ciudades más afectadas por la contaminación en México, como Monterrey, Toluca, Salamanca, León e Irapuato, necesitan políticas públicas más agresivas para la conservación y recuperación de espacios verdes. En este contexto, la arquitectura de paisaje se presenta como una herramienta vital. Esta disciplina no solo ayuda a conservar los ambientes naturales y gestionar las aguas pluviales, sino que también permite la regeneración de zonas contaminadas, la purificación del aire y el control de temperaturas urbanas.
Impacto de la urbanización en la biodiversidad y los ecosistemas
Fernanda Rionda comparte que: “la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha proyectado que para el año 2050, el 68% de la población mundial residirá en áreas urbanas. Esta migración masiva hacia las ciudades está desencadenando una preocupante disminución de los hábitats naturales”.
Cálculos del Banco Mundial establecen que, para 2050, las zonas urbanas ocuparán el 75% de la superficie terrestre, provocando el desplazamiento de la vida silvestre y la destrucción de ecosistemas enteros. Un estudio realizado en 2018 reveló que el 58% de todas las especies terrestres están experimentando una disminución en sus poblaciones debido a la pérdida de hábitat, originada por la urbanización y otras actividades humanas.
La expansión urbana transforma los hábitats naturales en paisajes urbanos, resultando en la pérdida y fragmentación de estos entornos vitales. Este proceso de urbanización altera significativamente los ecosistemas, llevando a una disminución de la biodiversidad y perturbando la dinámica ecológica. Las especies que no logran adaptarse a los nuevos entornos urbanos pueden enfrentarse a extinciones locales, mientras que aquellas que sí se adaptan, a menudo se convierten en especies invasoras, exacerbando la alteración de los ecosistemas nativos.
Desaparición de los espacios verdes urbanos
Además, la ONU calcula que más de 33% de superficie terrestre está moderada a severamente degradado, siendo la urbanización un factor contribuyente. Los procesos de urbanización con frecuencia provocan la desaparición o deterioro de las áreas verdes.
Estas áreas verdes dotan con funciones ecosistémicas vitales como: el secuestro de carbón, la purificación del aire, el manejo de aguas de lluvia y procuración de hábitats para la vida silvestre. La extinción de la vegetación en las ciudades inhibe a estas funciones, deteriora la biodiversidad urbana e impacta negativamente en la salud y calidad de vidad de los ciudadanos.
¿Qué papel juegan el paisajismo naturalista y la arquitectura de paisaje frente a estas realidades?
“Ante estas realidades, el paisajismo naturalista y la arquitectura de paisaje ofrecen una amplia gama de beneficios tanto para el medio ambiente como para las comunidades humanas ya que se enfocan en la integración armónica de los espacios naturales y urbanos, promoviendo la conservación de la biodiversidad, mejorando la calidad del aire y del agua, y proporcionando áreas verdes que fomentan el bienestar y la salud de las personas”, advierte Fernanda Rionda.
Entre las principales aplicaciones del paisajismo y de la arquitectura del paisaje destacan:
Conservación de ambientes naturales: protegiendo y manteniendo espacios verdes en las ciudades.
Gestión de aguas pluviales: implementando métodos alternativos para la recolección y almacenamiento de agua.
Regeneración de zonas contaminadas: utilizando técnicas de plantación en áreas industriales abandonadas.
Limpieza del suelo: empleando la fitodepuración para eliminar la contaminación.
Purificación del aire: diseñando áreas verdes que absorban contaminantes.
Cuidado de las plantas: asegurando condiciones óptimas para su crecimiento.
Control de temperaturas: creando jardines y parques que mitiguen el impacto del cambio climático.
Desarrollo de actividades al aire libre: fomentando espacios naturales para la recreación y el ocio.
Fernanda Rionda continúa afirmando que: “al apostar por un modelo de consumo responsable y la economía circular, y al proteger la biodiversidad, podemos revertir el daño causado al medio ambiente. Los paisajistas de estamos comprometidos con seguir trabajando para crear ciudades más sostenibles y saludables, pero necesitamos marcos regulatorios que sean aplicables a iniciativas a las que se les puedan realmente asignar los recursos necesarios para contrarrestar los efectos de la contaminación y del cambio climático”.
“La urbanización presenta desafíos significativos para la conservación de la biodiversidad y la salud de los ecosistemas. Es crucial que se implementen estrategias de desarrollo sostenible que armonicen la expansión urbana con la preservación del medio ambiente, asegurando un equilibrio entre el progreso humano y la conservación de la naturaleza”, concluye Fernanda Rionda.