En medio de la creciente crisis hídrica global, una de las realidades menos discutidas, es su impacto directo en la gestión menstrual de las mujeres y niñas. El acceso limitado al agua, adicional a las sequías y la falta de infraestructuras adecuadas, no sólo pone en riesgo la salud, sino que también perpetúa la desigualdad de género al afectar la dignidad y el bienestar de millones de mujeres en todo el mundo.

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y UNICEF, alrededor de 2,200 millones de personas carecen de acceso a agua potable. Para las mujeres en edad reproductiva, esta escasez tiene un costo adicional: la imposibilidad de gestionar su menstruación de manera digna.

La gestión menstrual adecuada requiere no sólo productos higiénicos como copas menstruales, toallas sanitarias o tampones, sino también acceso a agua limpia para lavarse y mantener la higiene básica. En ausencia de agua, las mujeres y niñas se ven obligadas a recurrir a prácticas insalubres, lo que aumenta el riesgo de infecciones y otras complicaciones de salud.

Impacto en la salud y educación

La falta de agua en instalaciones sanitarias escolares es una de las principales razones por las que muchas niñas faltan a la escuela durante su periodo menstrual. En África, por ejemplo, se estima que una de cada diez niñas falta a la escuela durante su menstruación, lo que afecta su rendimiento académico y perpetúa el ciclo de pobreza. La falta de acceso a instalaciones adecuadas también puede llevar a que las niñas abandonen la escuela por completo.

La gestión menstrual es un derecho básico, que está intrínsecamente vinculado a la dignidad humana y la falta de acceso al agua y a productos menstruales, no sólo viola este derecho, sino que también refuerza la discriminación de género y la exclusión social.

En comunidades donde el agua es un recurso escaso, las mujeres suelen ser las encargadas de recolectarla, lo que les impone una carga adicional durante su menstruación. Este trabajo extra, sumado al estigma y tabúes asociados con la menstruación en muchas culturas, contribuye a la marginalización de las mujeres.

Para enfrentar este desafío, es necesario que las políticas públicas y las intervenciones humanitarias reconozcan y aborden la conexión entre la crisis hídrica y la gestión menstrual, esto incluye la inversión en infraestructura de agua y saneamiento, la distribución de productos menstruales y la educación sobre salud menstrual.

Sin duda, la crisis hídrica es una barrera significativa, pero con compromiso y acción colectiva, es posible superarla para construir un futuro más equitativo y justo.

Información: ProFemme.

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