El agua dulce que ingiere la población de forma cotidiana solo supone alrededor de un 1% del total que utiliza. El restante 99% del líquido es la llamada agua “invisible”, utilizada para producir comida, ropa, papel, energía y bienes industriales.

Dicho gasto de agua proviene principalmente de los sistemas de producción agroalimentarios y se puede detectar gracias al cálculo de la huella hídrica.

Entre dichos ejemplos, la Red de la Huella Hídrica (Water Footprint Network), señala que para producir un kilo de legumbres se necesitan de media unos 3,000 litros. Un kilo de ternera requiere de 15,000 litros, para obtener 1 kilo de tela de algodón se requieren 10,800 litros, para producir un kilo de carne, se requieren 15 mil litros de agua; un litro de leche, 160; una hamburguesa con 150 gr. de carne necesita de mil litros; un kilo de chocolate, 17 mil; un kilo de arroz, 2.5 mil litros; un kilo de queso, 3 mil; cada litro de cerveza necesita aproximadamente 155 litros de agua para su elaboración.

Un pantalón de mezclilla requiere de 7.5 mil litros de agua; un par de zapatos de cuero, 15 mil litros; un auto compacto necesita alrededor de 450 mil litros de agua y cada vez que llena el tanque de gasolina de 60 litros, a la huella hídrica se le suman otros 11 mil litros.

Entre las alternativas que se necesitan adoptar es reducir el desperdicio de alimentos; adoptar una dieta con menos carne; apoyar la agricultura sostenible; utilizar menos agua en el hogar; reutilización y reciclaje de los productos; no al agua embotellada; comprar productos energéticamente eficientes; y fomentar la energía renovable.

La huella hídrica en México es de 5,420 litros, en promedio, por persona al día, una cifra realmente alta y arriba del promedio mundial, que es de 3,780, pero por debajo de países como Estados Unidos, cuya huella hídrica es de 7,800 L/día o de España, que es de 6,700 L/día. El problema es que la huella hídrica de las personas viene creciendo. Se estima que en los siguientes 30 años podrá incrementarse entre un 25% a 40%.

Pese a la actual temporada de lluvias, no debe olvidarse que la Zona Metropolitana de Querétaro sigue padeciendo una crisis de escasez de agua provocada por la contaminación, sobreexplotación, urbanización acelerada y acaparamiento, de acuerdo con un informe especial de la asociación Bajo Tierra Museo del Agua.

De acuerdo con datos difundidos por el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA), el agua dulce a escala nacional se aproxima al 97% y es subterránea, solamente un 3% proviene de mantos acuíferos, situación que pone en evidencia el descuido de proteger el agua subterránea o invisible.

En los pasados 6 años, Querétaro se ubicó en el sexto lugar a nivel nacional con estrés hídrico y entre las cuatro regiones con mayor vulnerabilidad hidrológica.

En 20 años, el uso público-urbano en la Zona Metropolitana incrementó en 30%, mientras que los acuíferos que subyacen a la metrópoli presentan un alto déficit. Esto a pesar de que desde los ñaos 50 se establecieron restricciones para explotación; en 26 años la Comisión Nacional del Agua (Conagua) ha otorgado 7 mil 817 concesiones para la prestación del servicio de agua en Querétaro.

La Comisión Nacional del Agua en Querétaro (Conagua) informa que existen 18 acuíferos en la entidad, de los cuales cinco están sobreexplotados, sobre todo en la zona urbana de la capital.

La Comisión Estatal del Agua (CEA) señala que en los 18 municipios de Querétaro no se cuenta con suficiente agua, se trae agua de la presa de Zimapán, en el Estado de Hidalgo, de la Cuenca Lerma-Chapala, Río Cutzamala, entre otros.

La citada cuenca es la más importante del país, genera más del 20% del PIB, la integran: Estado de México, Jalisco, Querétaro, Michoacán y Guanajuato, donde las actividades económicas y sociales son intensivas para la industria, agricultura, ganadería y turismo.

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