Para quienes han vivido el dolor del parto o cualquier otra experiencia de dolor intenso, resulta difícil imaginar que otra afección pueda causar un sufrimiento similar. Sin embargo, el herpes zóster, también conocido como «culebrilla», puede desencadenar un dolor severo durante la aparición de sarpullido en la piel, a menudo descrito por los pacientes similar al de dar a luz o incluso a un ataque cardiaco.
“Fueron casi 20 días sin poder dormir por el dolor. Empecé con dolor de cuerpo y cansancio, que con los días pasó a las articulaciones, seguido de unas ronchitas en el tronco. Me daban medicamento que se supone duraba 6 horas, pero solo hacían efecto por una hora. Fueron tres semanas en las que en verdad sientes que te quieres morir”, comentó María Teresa López Guerrero, persona que sufrió de herpes zóster.
Esta enfermedad es causada por la reactivación del virus de la varicela, que permanece “dormido” tras haberla padecido y se encuentra latente en la mayoría de los adultos mayores de 50 años. Se estima que hasta un 99% de ellos lo tiene, y uno de cada tres desarrollará herpes zóster debido a factores como la inmunosenescencia (envejecimiento normal y paulatino del sistema inmune que ocurre con la edad), un sistema inmunológico debilitado o enfermedades crónicas.3 A veces, incluso quienes mantienen un buen estado de salud pueden verse afectados por factores como el estrés, haciendo que esta enfermedad aparezca de forma inesperada.
Además, se caracteriza por provocar erupciones dolorosas en la piel que pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo, que genera sensaciones de ardor o choques eléctricos,3 como si fuera lava recorriendo los nervios. De hecho, hasta un 30% de las personas que la padecen, pueden desarrollar complicaciones como la neuralgia posherpética (NPH), un dolor nervioso prolongado que puede durar meses o incluso años.
“El herpes zóster puede tener un impacto significativo en la vida diaria de una persona, afectando su sueño, estado de ánimo y hasta sus relaciones personales. En casos más severos, sus complicaciones pueden comprometer la vista o la audición” explicó la Dra. Gloria Huerta, gerente médico Sr. de Vacunas en GSK México.
El dolor crónico y su impacto en el bienestar
En el marco del Día Mundial del Dolor, es importante reflexionar sobre cómo el dolor crónico afecta a millones de personas en todo el mundo. En México, más del 40% de las personas mayores de 50 años sufre de algún tipo de dolor persistente4 y el riesgo aumenta a medida que envejecemos. Por ejemplo, la población de entre 55 y 64 años, el 20% padece dolor crónico, cifra que se duplica en los mayores de 85 años.
El dolor crónico, además de reducir la calidad de vida, es la principal causa de ausentismo laboral.5 Por esta razón, prevenir enfermedades como el herpes zóster es clave, y la vacunación se presenta como una herramienta eficaz para evitar la enfermedad y sus complicaciones6, como el dolor extremo que puede generar.
“Empecé con el médico de cabecera que me mandó algunos calmantes e inyecciones para el dolor, pero me cambiaron los medicamentos cuatro veces porque el dolor no paraba. Así que, si existe una forma de evitar pasar por una experiencia similar, realmente puede cambiarles la vida a muchas personas”, agregó María Teresa López Guerrero.
Prevención y calidad de vida
La vacunación es la mejor forma de prevenir el herpes zóster y sus complicaciones, además de mantener hábitos saludables como una alimentación balanceada, ejercicio regular, así como cuidar la salud mental también contribuyen a fortalecer el sistema inmunológico y a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades7 que puedan provocar un dolor prolongado.
“Informarse adecuadamente es clave para tomar decisiones preventivas que protejan nuestra calidad de vida. El herpes zóster, con su dolor debilitante y complicaciones, puede afectar de manera significativa la actividad diaria. Por eso, es esencial acudir con su médico de cabecera quien le indicará las mejores opciones para prevenir esta enfermedad, evitando así el impacto que se puede tener en el bienestar físico y emocional”, concluyó la Dra. Gloria Huerta.