El entorno global en 2025 es cada vez más volátil para la industria automotriz mexicana. La relación comercial con Estados Unidos, antes un pilar estratégico, atraviesa un momento de incertidumbre debido a la imposición de nuevas barreras arancelarias y la revisión de acuerdos comerciales.

La promesa del nearshoring, que proyectaba a México como un destino privilegiado para la relocalización de empresas, se ha visto comprometida ante las políticas proteccionistas de Washington.

Este escenario obliga a los fabricantes y proveedores a replantear sus estrategias de producción y calidad, priorizando estándares que garanticen su competitividad en mercados internacionales más allá de Norteamérica. En este contexto, la certificación IATF 16949 se posiciona como una herramienta clave para fortalecer la industria, permitiendo a las empresas cumplir con requisitos globales y acceder a cadenas de suministro en regiones como Europa y Asia.

La IATF 16949, basada en la ISO 9001, establece un sistema de gestión de calidad que busca la mejora continua, la prevención de defectos y la reducción de desperdicios en la producción automotriz. Sin embargo, su adopción en México sigue enfrentando barreras: “Muchas empresas aún no la ven como una inversión prioritaria, cuando en realidad es una necesidad para mantener su competitividad en un mercado que cambia rápidamente”, señala Felipe García, especialista en calidad automotriz en BSI.

El riesgo de no contar con esta certificación se ha incrementado en el contexto actual. La creciente competencia de marcas chinas, la incertidumbre en las exportaciones y los costos derivados de defectos de fabricación han generado mayor presión sobre los fabricantes. Un recall masivo, por ejemplo, puede representar pérdidas millonarias, dañar la confianza del consumidor y dificultar la entrada a mercados estratégicos.

Además, la inestabilidad en la relación con Estados Unidos ha evidenciado otra vulnerabilidad del sector: la dependencia excesiva de un solo mercado. Durante años, la industria automotriz mexicana ha estado fuertemente ligada a las decisiones y regulaciones del país vecino. Sin embargo, ante el endurecimiento de políticas comerciales, es imprescindible diversificar destinos y fortalecer la calidad como un diferenciador clave.

“La certificación no solo mejora procesos internos, sino que abre puertas en mercados que exigen altos estándares, como la Unión Europea y Asia”, explica García. Esto cobra aún más relevancia en un momento donde las tensiones geopolíticas están reconfigurando las dinámicas de producción y comercialización a nivel global.

Otro desafío importante es la retención de talento. Con el endurecimiento de las condiciones económicas, muchas empresas enfrentan problemas de alta rotación de personal, lo que afecta la implementación efectiva de sistemas de calidad: “No basta con documentar procesos, es fundamental que toda la organización, desde la alta dirección hasta los operarios, comprendan su rol en la gestión de calidad”, apunta el especialista.

Ante este panorama, la industria automotriz mexicana debe enfocarse en fortalecer su resiliencia. La estandarización bajo normativas como IATF 16949 no es un simple trámite, sino una estrategia de supervivencia en un contexto de creciente incertidumbre.

“Si el propio liderazgo de la empresa no impulsa estos cambios, difícilmente se asignarán los recursos necesarios para mantenerse competitivos”, advierte García.

En este proceso, organismos especializados han acompañado a empresas en la adopción de estándares de calidad que les permitan competir en un entorno global más desafiante. En un momento donde las reglas del comercio internacional están cambiando rápidamente, las compañías que prioricen la calidad y la certificación tendrán mayores posibilidades de adaptarse y encontrar nuevas oportunidades en el mercado global.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *