Con una red de 470 pozos, la Ciudad de México provee agua para uso doméstico como fuente alterna para obtener el líquido, pues la metrópoli depende en gran medida de los sistemas externos que traen el recurso de otras regiones, como el Cutzamala o el Lerma.

“La ventaja de estos pozos es que contamos con un buen volumen de agua, pero la desventaja es que cada vez estamos obteniendo agua de peor calidad, en pozos de mayor profundidad, donde hay una alta temperatura y ya intervienen otras sustancias en flujo, en proceso, en la dinámica del subsuelo”, sostuvo Carlos Vargas Cabrera, director académico del Centro para la Sustentabilidad de la Sierra Nevada Incalli Ixcahuicopa (Centli).

Apuntó que además de afectar a la salud humana, la extracción de pozos profundos está trayendo como consecuencia una mala salud a la cuenca del subsuelo, pues está ocasionando una despresurización; es decir, se está quedando sin volumen, sin presión, provocando los hundimientos y agrietamientos que se aprecian en diversas zonas de la capital mexicana.

Fue a principios del siglo XX cuando se empezaron a cavar norias, primero a 40 metros de profundidad, pero al inicio del siglo XXI se han excavado pozos a más de dos mil metros de profundidad. Se está extrayendo sistemas de flujo de agua subterránea que entraban al subsuelo hace miles de años y está deformando la infraestructura hidráulica.

En 1985, ingenieros de Pemex comenzaron a estudiar el subsuelo del Valle de México; buscaban agrietamientos graves y ubicar zonas de alta vulnerabilidad si ocurría otro terremoto como el registrado en septiembre de ese año. Aunque no encontraron grietas, sí detectaron un acuífero de gran capacidad.  El hallazgo abrió la posibilidad de contar con una nueva fuente de agua para la capital.

Llamó la atención que el contenido de este acuífero tenga una antigüedad de hasta 18 millones de años, y que se encuentra a poco más de dos mil metros de profundidad. Los pozos que reportaba el gobierno de la ciudad extraían agua entre 200 y 500 metros bajo el suelo.

En 2012, las autoridades de la Ciudad de México formaron un equipo multidisciplinario para comenzar la exploración de ese acuífero con investigadores de la UNAM, de la Comisión Nacional del Agua y de la Comisión Federal de Electricidad.

Así arrancó la perforación del pozo de San Lorenzo Tezonco. Después, en enero de 2013, comenzó la extracción y evaluación de la calidad de esta agua. En 2017 entró en operación el Pozo Santa Catarina 3. Según datos oficiales, entre los dos pozos extraen 140 litros de agua por segundo; y para 2017, autoridades de SACMEX aseguraron que el agua extraída del primero era de tan buena calidad que podría ingresar directamente a la red de distribución; sin embargo, por protocolo, era enviada a una planta potabilizadora.

 

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