Por sus beneficios múltiples en la producción y productividad agrícola, recuperación de suelos, uso más eficiente del agua, disminución de agroquímicos, combate al cambio climático y en el ingreso de los agricultores, los bioinsumos observan una tendencia creciente en el ámbito mundial; mientras que en México su uso es aún reducido y no obstante estar validada su efectividad, tanto a nivel internacional como nacional, no existe política pública que permita dar un salto cuantitativo y cualitativo al uso generalizado de esta tecnología.

Esta innovación tecnológica tiene bases sólidas sustentadas por estudios de investigación y de trabajo de campo, realizados por diversas instituciones del ámbito académico, público y privado.

Marcel Morales Ibarra, director de Biofábrica Siglo XXI, que durante 22 años se ha dedicado a la investigación y producción de biofertilizantes, destaca que desde hace cinco años, el FIRA del Banco de México, se ha interesado en hacer una rigurosa evaluación de éstos en cultivos como el maíz, trigo, berries, agave, cítricos, pastos y caña de azúcar, en sus cinco Centros de Desarrollo Tecnológico que tiene en el país. Proceso en el cual ha venido participando, desde su inicio, esta empresa.

La validación más reciente en el cultivo de caña de azúcar, en la zafra 2024-25, en el estado de Morelos, en el Centro de Tezoyuca, de FIRA, demostró que solo con la reducción del 30% en fertilización química y la incorporación de biofertilizantes, la producción en parcelas morelenses pasó de 95 a 121 toneladas por hectárea (h), el costo de producción por h. bajó en 2 mil 400 pesos; mejoró la sanidad 70% y la utilidad fue 78% mayor que aplicando insumo químico al 100%.

En este sentido, Morales Ibarra destaca que por todas sus virtudes productivas y aportes a la sustentabilidad del planeta, el Banco Mundial proyecta que el mercado de bioinsumos en el mundo se duplicará hacia el 2030, al pasar de10 mil a 20 mil millones de dólares (mdd).

En el caso de México las proyecciones indican que este comercio pasará de 634 mdd a 2 mil mdd hacia el año 2030. No obstante, acota, aún se requiere de una política pública y de programas que promuevan e impulsen el uso de bioinsumos en todo el territorio nacional.

Antecedentes sólidos en uso de biofertilizantes

El experto comenta que en México un punto de quiebre para el desarrolló de los biofertilizantes, con bases científicas, fue la creación del Centro de investigación sobre la fijación de nitrógeno de la UNAM, en 1980, “cuyo objeto de estudio fue el proceso mediante el cual ciertos organismos que habitan en el suelo y se asocian con el sistema radicular de las plantas, tienen la capacidad de atrapar el nitrógeno atmosférico y transformarlo en amonio, es decir la forma asimilable por las plantas para su nutrición. Esto es la base del proceso de biofertilización”.

Otro antecedente –añade el experto– de gran impacto productivo fue el Programa Nacional de Biofertilización, impulsado, entre 1998-2000, por la Secretaría de Agricultura, en forma conjunta con la UNAM, que llegó a cubrir cerca de 2 millones de hectáreas, en los más diversos cultivos a lo largo y ancho del país.

“Desafortunadamente –lamenta el especialista– con el cambio de gobierno, en el 2000, el programa desapareció. A partir de esta fecha la política pública en la materia ha sido errática, y con una normatividad ambigua, por no decir confusa, lo que no ha ayudado a un sano desarrollo”.

Hay que potenciar programas actuales y crédito para uso de bioinsumos

Marcel Morales considera que la tecnificación del riego que impulsa el gobierno federal es urgente, pero la eficiencia en el uso del agua para la agricultura se puede potenciar con prácticas innovadoras de producción, como el uso de los biofertilizantes, acompañada de asistencia técnica, capacitación sobre el uso adecuado de bioinsumos y crédito.

Respecto a este último, el experto en temas de desarrollo rural destacó que afortunadamente FIRA arrancará un programa de financiamiento para incentivar el uso de biofertilizantes, vía subsidio de tasa, y la perspectiva es que esto detone un proceso más amplio del uso de bioinsumos en general. El esquema, además, contempla apoyos a los productores hasta del 80% del costo de los biofertilizantes.

Hizo hincapié que, ante la volatilidad de los mercados por los aranceles y el alza de insumos químicos, en especial los fertilizantes, de los cuales México importa 80% de lo que consume, “debemos aspirar no solo a la soberanía alimentaria, sino a la soberanía en producción de insumos sustentables”.
El esfuerzo del FIRA, subrayó Morales Ibarra, por impulsar el uso de biofertilizantes en el campo tiene una importancia relevante, porque asocia el crédito con la transferencia de tecnología sustentable. “ El crédito es el único instrumento realmente efectivo con el que contamos para realizar el proceso de transferencia de tecnología que se demanda. Vía financiamiento puedes llegar a amplios sectores y tener un impacto mayor en este tipo de innovaciones productivas y sustentables”.

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