Por Alejandra Sandoval, Sustainability Solutions Leader de Baufest.
Cada 22 de abril, el Día Internacional de la Madre Tierra nos recuerda la necesidad urgente de cuidar el planeta, el cual de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cada año pierde 10 millones de hectáreas de bosques y 1 centímetro del almacenamiento de agua terrestre. En los últimos años, uno de los desafíos más invisibles pero impactantes es el consumo ambiental de la tecnología que usamos todos los días. No hablamos solo de los dispositivos que cargamos en nuestras mochilas o escritorios, sino de toda la infraestructura que sostiene nuestras interacciones digitales. Desde cada búsqueda en Google hasta una consulta con una Inteligencia Artificial (IA) como ChatGPT, todo tiene un costo energético, hídrico y ambiental que rara vez consideramos.
Entre los aspectos que recientemente se han conocido del auge de la Inteligencia Artificial (IA) es su consumo de agua. Un estudio publicado por investigadores de la Universidad de California en Riverside y la Universidad de Texas en Arlington estimó que ChatGPT consume 500 mililitros de agua cada vez que se le formulan entre 5 y 50 preguntas. El rango varía según la ubicación de los servidores y la temporada, además considera el consumo indirecto de agua que las empresas no miden, como el de refrigeración de las centrales eléctricas que suministran electricidad a los centros de datos. Dado que estas plataformas reciben millones de consultas diarias, esto representa un impacto considerable sobre los recursos hídricos. Microsoft, uno de los mayores inversionistas en IA, reveló que su consumo de agua aumentó un 34% entre 2021 y 2022, gran parte debido al entrenamiento de modelos como GPT-4; mientras que en 2023 incrementó 23% su consumo de agua, con respecto al año anterior, principalmente debido a la expansión de tecnologías como la inteligencia artificial generativa.
El consumo de energía tampoco es menor. Los centros de datos, que representan la columna vertebral del Internet, con la IA y las criptomonedas, duplicarán el consumo de energía para 2026 superando los 1.000 teravatios-hora (TWh) pronostica la Agencia Internacional de Energía (IEA). En el caso de México, los centros de datos enfrentan el reto de optimizar su operación para reducir costos y cumplir con regulaciones ambientales, ya que consumen entre el 1% y 3% de la energía global.
Además hay que considerar que con el nearshoring se proyecta una inversión superior a 7 mil millones de dólares en centros de datos en el país entre 2023 y 2027, de acuerdo con datos de el Snapshot Report Mexico Data Center Market, lo que representará un mayor consumo energético. Tan solo se estima que la industria requerirá al menos 1,500 MW adicionales de energía para sostener su desarrollo, por lo que la demanda energética del sector alcanzará los 492 MW/h en cinco años, según la MEXDC.
En este contexto surgen preguntas como ¿qué podemos hacer? ¿Es posible reducir el impacto de nuestra vida digital sin renunciar al progreso? La respuesta es sí, porque la tecnología también tiene el potencial de ser parte de la solución. Actualmente existen soluciones de software orientadas a eficientar procesos, reducir desperdicios y optimizar el uso de energía en industrias diversas. Por ejemplo, soluciones clave como Microsoft Cloud for Sustainability y Microsoft Sustainability Manager son herramientas que permiten una visibilidad continua de las emisiones, la utilización de recursos y su impacto, ayudando a medir el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad y a escalar iniciativas de manera efectiva.
Recientemente, desde Baufest, ayudamos a una empresa líder mundial en la industria alimentaria, que destaca por su amplia variedad de productos de panificación y confitería, para cumplir sus objetivos de sostenibilidad para 2025, 2030 y 2050 que exigen que la organización combata el daño ambiental convirtiéndose en una empresa “cero emisiones” y optando por una agricultura regenerativa para lograr cero desperdicios. Ahora a partir de una solución integral la empresa puede recopilar, rastrear y analizar de manera exhaustiva métricas estratégicas, obteniendo datos de diversas fuentes, tanto internas como externas, incorporando la información generada por sensores de IoT distribuidos en todas las etapas de las operaciones y la cadena de suministro. Posteriormente, estos datos se consolidan en un modelo unificado que facilita una supervisión eficiente y coherente para la organización.
Este caso de éxito demuestra que es posible ahorrar costos mediante optimización de energía y recursos, reducir el desperdicio, alcanzar el cumplimiento normativo y establecer modelos de negocio sostenibles a largo plazo que además incentiven la innovación y que ayuden a construir un mejor planeta; mientras que, como consumidores digitales, también tenemos poder. Elegir usar servicios en momentos de menor demanda energética, reducir la cantidad de datos almacenados innecesariamente, cerrar pestañas no utilizadas y desactivar notificaciones automáticas son pequeños actos que, multiplicados, generan un impacto. La conciencia digital debe ser tan habitual como apagar la luz al salir de una habitación. En una era donde cada clic deja una huella, cada decisión cuenta.
En definitiva, el uso responsable de la tecnología no es solo un tema de ética digital, sino una necesidad ambiental. La innovación no debe estar peleada con la sostenibilidad; de hecho, deben caminar de la mano. Este Día Internacional de la Madre Tierra, es una oportunidad para replantearnos nuestra relación con la tecnología, porque el uso responsable de la tecnología no solo le concierne a las empresas sino a todos. Preguntémonos ¿Queremos ser usuarios pasivos o ciudadanos digitales conscientes? El futuro del planeta también depende de cómo usamos nuestras pantallas. No olvidemos que cada correo, archivo almacenado, cada mensaje enviado… tiene un impacto.