La pandemia de COVID-19 afectó económicamente a América Latina más que la Gran Depresión de 1929, al grado de que el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita retrocedió diez años y los niveles de pobreza se encuentran como hace 14 años, sentenció el maestro Santiago Lorenzo Alonso, jefe de la Unidad de Economía del Cambio Climático de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Además, “México y los demás países de la región son muy vulnerables ante este fenómeno y en nuestra nación se han presentado con mayor frecuencia impactos agudos como lluvias intensas y sequías, que modifican los ecosistemas y provocan la migración de las especies al sur de Estados Unidos”, afirmó en el 11º Congreso Nacional de Investigación en Cambio Climático y Tercer Congreso Latino de Investigación en Cambio Climático Rumbo a la COP26 de Glasgow, organizado por la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en Ciudad de México (CDMX).
Por el calentamiento global, ahora existe un alto peligro por la pérdida del ecosistema ante la evidencia de que los compromisos multinacionales para frenar el calentamiento global son insuficientes, debido a que las disposiciones adoptadas en las cumbres climáticas no tienen un carácter obligatorio, apuntó.
El cambio climático es transversal y se manifiesta en muchas situaciones y la pandemia ha afectado la vida misma, “por lo que en sociedades complejas como la nuestra tiene que ser enfrentado desde enfoques diversos, pero en forma articulada para generar la mejor salida posible”.
En ese escenario del calentamiento global surge la pandemia de COVID-19, “que magnifica los desafíos ya existentes y a ello se suma una crisis del multilateralismo con tensiones geopolíticas caracterizadas por el protagonismo de China que hace oscilar el poder de Estados Unidos, propiciando una geografía con nuevos centros dinámicos económicos, cuyos modelos de gobernanza datan de la segunda guerra mundial.
Así, la caída de 6.8 por ciento del PIB en México provocó un aumentó en el número de pobres, aunque gracias a la transferencias de recursos directas se ha logrado contener el crecimiento de la pobreza y pobreza extrema.
El impacto del COVID-19 fue mayor en América Latina que en otras regiones, sobre todo por las muertes, que se explican por la fragilidad y fragmentación de los sistemas de salud, así como po el hacinamiento de la población, además que ahora preocupa que la vacunación vaya muy lenta.
La descarbonización a nivel mundial hacia el 2050 sigue privilegiando combustibles fósiles por encima de los renovables, en tanto que la energía hidroeléctrica, que es de las más limpias, tiene problemas por la falta de agua, por lo que países como Brasil han tenido que cambiar a otras fuentes debido a que los patrones de lluvias han disminuido.
Para promover el desarrollo sostenible, la CEPAL ha trabajado en un modelo de tres brechas: económico, social y ambiental, detalló Lorenzo Alonso, con lo cual incorpora un desarrollo con equilibrio y evita el intercambio desigual, aunque ahora la mayor preocupación es el pago del servicio de la deuda, pues ante los limitados recursos las naciones del Caribe enfrentan la disyuntiva de pagar el débito o atender los efectos de huracanes.
Para eliminar la pobreza hacia el año 2030 en América Latina y el Caribe será preciso efectuar transferencias del decil más rico al más pobre, partiendo de 1.5 por ciento del PIB en 2021 y aumentando 0.5 por ciento anualmente hasta llegar al tres por ciento en 2024 y de esa forma alcanzar 0.40 puntos en el Índice de Gini.
El PIB debe crecer cuatro por ciento al año en promedio para poder crear los empleos suficientes, así como propiciar una retroalimentación positiva entre igualdad y mejoras en la competitividad.
Para alcanzar ese impulso económico “es necesaria la transformación de la matriz energética a energías renovables, enfatizar la movilidad y la revolución digital, impulsar la industria manufacturera de la salud, generar la economía del cuidado, la basada en productos biológicos y ecosistemas naturales, y la circular, así como un turismo sostenible”, sostuvo.
“Las economías regionales deben recuperar el espacio fiscal, pues en América Latina tienen una tasa fiscal promedio de 20 por ciento, indicador que a nivel mundial es mayor al 35 por ciento”, finalizó.