Sortear puestos de comercio ambulante, conductores de autos y camiones que ignoran los semáforos o invaden las rayas pintadas en el asfalto (cebra), las mesas de restaurantes, anuncios y hasta desechos de animales sobre la banqueta, son algunos de los retos que día a día enfrentan las personas al desplazarse por calles y avenidas de México y todo Latinoamérica.
Por ello, académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) consideran que caminar es el modo de transporte más importante; la tercera parte de los viajes que se realizan todos los días se hace únicamente a pie, y del resto, prácticamente la totalidad requiere andar uno o dos tramos. Se trata de un tipo de movilidad gratuito que proporciona salud física y mental.
Renée y Bernardo tienen en común mucho más que ser peatones: todos los días se mueven por una de las vialidades más importantes de la Ciudad de México y una de las más largas del mundo: la Avenida de los Insurgentes. Ambos llegan a pie para abordar el transporte público, y ninguno sabe que este 17 de agosto se celebra el Día Mundial del Peatón.
Renée, de 25 años, es estudiante de Odontología. Como caminante en esta urbe ha tenido experiencias graciosas, como ir vestida completamente de blanco rumbo a la escuela y ser salpicada por un auto que pasó por un charco cercano, o “caerme, hacer como que nada pasó y quedarme tirada hasta que la gente se distrae para poderme parar”.
Para que los caminos sean más seguros para los peatones, sugirió que haya más semáforos para la gente. “A mí me ayudan mucho para cruzar la calle en el momento adecuado, porque a veces no se ven bien los semáforos para los autos y quienes cruzamos no sabemos si ya tenemos derecho de paso”.
Bernardo tiene 29 años; es partidario de los derechos del peatón y esa tendencia le produce continuos enfrentamientos con los automovilistas que infringen ciertas normas como, por ejemplo, subir sus coches a las banquetas o detenerse en las cebras (paso peatonal). “Es curioso que se ofendan porque les reclamas”.
Renée y Bernardo tienen en común ser peatones: todos los días se mueven por una de las vialidades más importantes de la Ciudad de México y una de las más largas del mundo: la Avenida de los Insurgentes. Ambos llegan a pie para abordar el transporte público.
Renée, de 25 años, es estudiante de Odontología. Como caminante en esta urbe ha tenido experiencias graciosas, como ir vestida completamente de blanco rumbo a la escuela y ser salpicada por un auto que pasó por un charco cercano, o “caerme, hacer como que nada pasó y quedarme tirada hasta que la gente se distrae para poderme parar”.
A fin de que los caminos sean más seguros para los peatones, sugiere que haya más semáforos para la gente. “A mí me ayudan mucho para cruzar la calle en el momento adecuado, porque a veces no se ven bien los semáforos para los autos y quienes cruzamos no sabemos si ya tenemos derecho de paso”.
Bernardo tiene 29 años; es partidario de los derechos del peatón y esa tendencia le produce continuos enfrentamientos con los automovilistas que infringen ciertas normas como, por ejemplo, subir sus coches a las banquetas o detenerse en las cebras (paso peatonal). “Es curioso que se ofendan porque les reclamas”.
Él señala que hace falta una mejor planeación urbana que no sólo se enfoque en el uso del auto, y que la infraestructura dedicada a la gente que camina tenga los cuidados adecuados, porque a veces las banquetas están descuidadas, rotas, con rampas muy elevadas o quienes viven frente de ellas se las apropian para poner altares, puestos, incluso jaulas.
Para el director del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, Manuel Suárez Lastra, los viajes caminando son los más cortos de todos; la mitad de ellos son de 10 minutos o menos. Según estudios realizados en esa entidad, “lo máximo que una persona está dispuesta a caminar son 20 minutos, aunque por supuesto hay gente que se mueve a pie por mucho más tiempo, en ocasiones por recreación”.
Suárez Lastra detalla que una persona que camina despacio lo hace a cuatro kilómetros por hora, y una que va más rápido avanza a seis kilómetros por hora. De ese modo, una caminata de 10 minutos es de poco menos de un kilómetro, es decir, ocho o diez cuadras. Eso es lo que la mitad de la población está dispuesta a andar; el resto recorre hasta kilómetros y medio: 20 minutos.
Según sus estudios, los hombres caminan más, aunque las mujeres hacen mayor número de viajes. La mayoría de los trayectos a pie suelen ser largos, por ejemplo, para llegar al transporte público o para transbordar de uno a otro; algunos más son para llevar y recoger a alguien (los niños en la escuela); por recreación, cuando paseamos al perro, vamos al parque o llevamos al bebé en carriola, y el más importante: las compras locales, a la tienda de la esquina, al supermercado, a la heladería…
El experto reconoce que a pesar de su relevancia, hay pocos estudios sobre la caminata como parte de la movilidad, sobre todo en México. “Ese conocimiento es importante para establecer los parámetros sobre desarrollos urbanos y minimizar el número de viajes en trasporte motorizado”.
En la actualidad, especialistas del IGg analizan qué factores estimulan para caminar; hasta ahora han encontrado que en nuestro país lo más importante es la seguridad y la distancia.
También se toma en cuenta la comodidad de un viaje: que haya banquetas en buen estado, iluminación y negocios, porque habrá más gente en la calle y eso genera un ambiente más seguro.
“Hicimos un estudio donde pedimos a los participantes trazar la ruta que toman para llegar al transporte o a su destino. La gente asegura que elige el trayecto más corto, aunque en 30 por ciento de los casos no es así. Comparamos sus itinerarios con los más cortos en términos de metros recorridos, y en realidad transitan por donde hay características para una caminata agradable”, aclaró.