Christine Lopes, miembro del Consejo de The Food Tech Summit & Expo, indicó que en los últimos años, la industria de alimentos se ha enfrentado a distintos desafíos, la pandemia por Covid-19 transformó los hábitos de consumo alrededor del mundo. México no es la excepción, de acuerdo con datos de la agencia de inteligencia de mercado Mintel, se estima que más el 20 por ciento de los consumidores ha planeado modificar su ingesta de alimentos cárnicos y de origen vegetal.

Durante la era post pandemia, la industria de alimentos se está apoyando en la implementación de soluciones tecnológicas que la llevará a enfrentar los grandes retos ante las nuevas exigencias como los estrechos márgenes de ganancia y la necesidad de agilizar las operaciones.

Cabe mencionar que debido a la Covid-19, la Secretaría de Salud federal informa que los mexicanos en promedio subieron de 5 hasta 7 kilogramos de pesos. Aspecto que pone de relieve el alimentarse de mejor manera y adquirir nuevos hábitos alimentarios.

“La pandemia demostró que la mejor defensa contra las enfermedades es tener un organismo fuerte y la alimentación es elemento clave”, dijo.

La industria alimentaria enfrenta grandes retos ante la creciente demanda de los consumidores por comida más saludable, sustentable, natural y equilibrada. Satisfacer estas necesidades en un mercado cada vez más exigente sólo es posible si se trabaja de manera conjunta en todos los niveles del sector, desde el procesamiento, la preparación, la fabricación y la conservación, hasta el envasado, el almacenaje y la comercialización de productos alimenticios.

En este sentido, los productores, los fabricantes y las empresas de alimentos están obligados a entender el comportamiento del consumidor actual, conocer sus necesidades y anticiparse a las tendencias futuras, lo que les permitirá diseñar una propuesta de valor basada en la innovación para desarrollar nuevos y mejores productos.

Apreciamos que la gente tiende a apostar por una mejor alimentación y en entidades como Querétaro, que están registrando un éxodo masivo de zonas rurales a sitios urbanos no están modificando en demasía sus dietas de campo y esto puede ser un gran elemento que les ayude a tener una mejor salud, dijo.

Igualmente, el home office permitió que se cocine en casa y se evite adoptar dietas altas en grasa, que se adquiere al alimentarse en la calle.

Aspecto que esperemos que se mantenga vigente y se controle el consumo de alimentos ultraprocesados o bebidas azucaradas en todo momento. Además de las legislaciones nacionales y la modificación de recetas de las empresas, están creando la tormenta perfecta a la favor de la salud. Aunque no podemos cantar victoria, pues la inflación golpea con gran fuerza a los costos de los alimentos saludables, añadió.

En materia de innovación se tienen diversas campañas que impulsan un mayor consumo del frijol, de las lentejas, así como del desarrollo de alternativas cárnicas y de lácteos. “En México se trabaja con sustitutos de queso en base a amaranto y uso de chicharos y legumbres para crear salchichas, leche de soya o almendras”.

En materia de sustentabilidad y los alimentos, en el país, la pérdida y desperdicio de alimentos es un problema muy serio, considerando que 55.7 millones de personas viven en pobreza, de las cuales 28.6 millones padecen de inseguridad alimentaria y más de 10 millones padecen de hambre crónica, esto de acuerdo a las estimaciones de pobreza multidimensional 2018 y 2020, presentadas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

Al respecto, la Red Bancos de Alimentos (BAMX), lleva casi tres décadas trabajando en el rescate y distribución de alimentos, para mejorar la calidad de vida de la población vulnerable de México. Debido a que en el país se pierden o desperdician más de 30 millones de toneladas de alimentos al año, lo equivalente a más del 40 por ciento de la producción total de alimentos, en 2021 Red BAMX lanzó la iniciativa Pacto por la Comida (PPLC), un Acuerdo Voluntario (AV) que busca reducir hasta un 50 por ciento la pérdida y desperdicio de alimentos en un período de 10 años.

Cabe recordar que la pérdida de alimentos genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, lo cual contribuye a los impactos negativos ya conocidos del cambio climático. De acuerdo con el informe “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en México – Una Perspectiva Económica, Ambiental y Social”, elaborado por el Banco Mundial, se calcula que de 25 alimentos representativos de la dieta de los mexicanos, se generan 36 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente; lo que corresponde a las emisiones anuales de 15.7 millones de vehículos, o bien, a las emisiones de la flota vehicular de la Ciudad de México, Jalisco y Nuevo León.

Además, la pérdida y desperdicio de alimentos también contribuye a la escasez de agua, pues se estima que en promedio se requieren 40 mil millones de metros cúbicos de recursos hídricos, para producir productos que no se consumirán. Este volumen es similar al del agua potable que utiliza la población nacional durante 2.4 años.

Aunado a ello, se encuentra el daño a los ecosistemas, pues las tierras destinadas a cultivos para producir alimentos que no se consumirán, acaban sustituyendo ecosistemas, como selvas y bosques. En México, por ejemplo, se desaprovecha un estimado de 4 millones de hectáreas de tierras de cultivo.

Un cálculo conservador del costo de las pérdidas y desperdicios estimados de alimentos, tanto de importación como de exportación, asciende a más de 25 mil millones de dólares, es decir, más del 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

ANOREXIA Y BULIMIA DEBEN SER ENFERMEDADES CRÓNICAS

Anorexia y bulimia son las enfermedades mentales con mayor índice de mortalidad, incluso más que el suicidio; se considera que una de cada cinco personas que muere por estos trastornos de la conducta alimentaria (TCA) se quitó la vida, mientras que los otros cuatro decesos obedecen a falla orgánica múltiple, alertó la especialista de la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Karla Edith González Alcántara.

La investigadora del Laboratorio de Salud y Alimentación de la entidad universitaria precisó que para que una persona con TCA llegue a la muerte suelen pasar años con ese padecimiento. Por ello, deberían considerarse enfermedades crónicas, ya que los síntomas no desaparecen en su totalidad y los enfermos sufren un alto porcentaje de recaídas, 48 por ciento de los pacientes, en promedio.

Dijo que anorexia y bulimia, además de ser consideradas comportamientos que los individuos inician a temprana edad –adolescentes y jóvenes–, están basados, sobre todo, en el deseo de modificar la imagen corporal, en especial estar más delgados.

Explicó que una persona tiene anorexia cuando rechaza o restringe el consumo o ingesta de alimentos, o bien realiza conductas compensatorias como el consumo de laxantes o vómito autoinducido. Esto se manifiesta en un peso corporal por debajo de lo normal o esperado para su edad, y presenta una alteración de la percepción de su peso o silueta corporal.

Mientras que aquellos con bulimia, los criterios diagnósticos consideran que tienen una ingesta de alimentos en cantidad superior a la de cualquier otro individuo en periodos cortos de tiempo, o lo que se denomina “atracón”.

“Por ahora podemos decir que son alteraciones de origen multifactorial: biológicas, como cuestiones genéticas que se han considerado pudieran estar relacionadas, pero también por sobrepeso u obesidad; psicológicas; es decir, cuestiones de personalidad como baja autoestima, depresión, insatisfacción corporal y ansiedad, entre otras”, dijo.

González Alcántara refirió que son diversas las consecuencias asociadas tanto a la anorexia como a la bulimia, en particular si se presentan por un tiempo prolongado.

Por ejemplo, podría desencadenarse anemia, cansancio, agotamiento y debilidad muscular, incluso osteoporosis, cabello y uñas quebradizas, piel seca y amarillenta, disminución de temperatura corporal por la baja cantidad de calorías, lo que podría relacionarse con crecimiento de bello en el cuerpo para mantener el calor.

Además, presión sanguínea baja, respiración y pulso lentos, y más a largo plazo infertilidad, daño al corazón y cerebral y, finalmente, insuficiencia orgánica.

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