Mariana Cerqueda Segundo

El pasado 7 de octubre del presente año presenciamos un gran espectáculo en los canales de Cuemanco a bordo de las hermosas trajineras: se inauguró por vigésimo séptimo año consecutivo de una colorida y fastuosa escenificación de la leyenda de La llorona, en el marco de la conquista y colonización de México por parte de los españoles. Con ello, esta obra supera las setecientas representaciones a lo largo de su historia.

Así, por medio de esta representación, le damos también la “bienvenida” a nuestros muertos y se inician los festejos de esta hermosa comunidad de la capital de la República que además conserva muchas de las costumbres y tradiciones de la cultura indígena que pobló estas tierras desde hace siglos.

En esta ocasión, se tomaron todas las medidas necesarias decretadas por la Secretaria de Salud del Gobierno de la Ciudad, derivadas del COVID-19: respetando la sana distancia, el uso obligatorio del cubre bocas y la aplicación de gel antibacterial en todas las trajineras. Con ello se busca también la reactivación del turismo, dado que es una de las principales fuentes de trabajo de esta zona, con lo que se espera ir regresando poco a poco a la normalidad, dentro de lo que cabe, dado que según se ve esta situación va un poco para largo.

En la escenificación trascendió cómo las almas de nuestros seres queridos regresan, aquellos que emprendieron el viaje al más allá y nos dejaron “El anhelo de un adiós”.

Al caer la noche, en los canales de Xochimilco, en el Embarcadero de Cuemanco se prepararon para rendirles tributo; las trajineras navegan, la oscura y fría noche nos envuelve y a veces el miedo nos invade. El silencio se apodera de los asistentes, mientras “La Llorona” espera el momento para hacer su salida triunfante.

La Llorona es una de las leyendas más representativas a nivel nacional que, siguiendo a Octavio Paz, recoge en gran medida lo que nos marcó como pueblo conquistado: la tristeza de ver a nuestro pueblo sucumbir frente a los colonizadores españoles. Por eso es un grito de dolor, de angustia por la muerte de nuestros seres queridos y de ser testigos de la caída del gran Imperio Azteca frente a un puñado de soldados que sólo buscaban el oro y las riquezas de estas tierras.

Adaptada y recreada en muchas comunidades de la República Mexicana, pero sin duda, una de las más representativas y por ende imperdible, es la que se lleva a cabo en la Alcaldía de Xochimilco, en el Embarcadero Cuemanco. En dicha escenificación, se recrea parte de esa historia de dolor, por medio de las danzas indígenas, la invasión de los españoles, la canción de La Llorona en náhuatl y muchos de los rituales que se hacían en tiempos de nuestros ancestros.

En esta ocasión fue de una manera muy especial pues de acuerdo con sus organizadores y actores participantes, ha sido dedicada a todas las personas que se nos fueron sin decir adiós, que el COVID nos arrebató, a los miles de desaparecidos, a los 43 de Ayotzinapa, a las mujeres violadas y asesinadas, en fin, a los que sufren en este México nuestro.

Pero lo importante es que México es uno de los países con más tradiciones, en donde por ejemplo “El Día de los Santos Difuntos” y, por lo tanto, la muerte también debe ser motivo de celebración. Los que se nos adelantaron nos visitan desde el más allá y con esto recordamos a nuestros seres queridos, aquellos que ya no veremos físicamente, pero sí de manera espiritual, pues sabemos que en algún momento todos emprenderemos el viaje y nos volveremos a encontrar con ellos.

Antes de la escenificación señalada, los funcionarios de la Alcaldía y la autoridad capitalina, los organizadores e incluso los actores participantes, exhortaron a los medios a que se sumen a este esfuerzo por recobrar lo más pronto posible las actividades culturales, dado que son también una gran fuente de ingresos económicos para la gran mayoría de habitantes de esta comunidad.

Incluso, se hizo la presentación de la Policía Turística, de recién formación, para que la gente se sienta segura y esto se convierta en lo que siempre ha sido, una fuente de grandes festejos familiares.

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