Los anillos de crecimiento de los árboles proporcionan información valiosa sobre estas especies fundamentales, sobre todo en términos ambientales, pues ofrecen datos de decenas y hasta cientos de años atrás, afirmó el investigador del Instituto de Geografía (IGg) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Osvaldo Franco Ramos.
“Están controlados por las condiciones climáticas y por factores ecológicos, geomorfológicos, antrópicos y detectan la existencia de un incendio forestal. Son archivos naturales que nos da el bosque para poder interpretar esas condiciones paleoambientales y saber qué sucedió en ese sitio en el pasado”, explicó.
La información queda como un registro en la madera, como una huella que se queda en los anillos de crecimiento. “Se pueden identificar anomalías, caracterizar cada una y fechar con precisión el año en que ocurrió algún evento de tipo ambiental”, añadió.
Para realizar este trabajo, Franco Ramos y su equipo de colaboradores utilizan una técnica llamada dendrocronología; Carbono 14 para fechamiento al tratarse de un recurso biótico, así como análisis químicos donde se analizan isótopos estables, de oxígeno y de hidrógeno, pues también quedan huellas a nivel químico.
Los anillos pueden tener un crecimiento normal y estar controlados por factores climáticos, pero cuando hay bastante frío o sequía presentan estrés hídrico y en su crecimiento, por lo cual serán delgados y estrechos. En cambio, cuando las condiciones son favorables y hay abundante agua, luz y suelo, crecerán más anchos, detalló.
Si el árbol está en una barranca donde hubo flujos o escombros, esas rocas que se remueven suelen impactar sus troncos, los puede inclinar, sepultar o dejar una marca de árbol descortezado, porque corroe la cicatriz de corteza, lo que también se analiza.
Para obtener un núcleo del árbol de apenas unos milímetros que no afecte su desarrollo, los especialistas utilizan barrenas especiales (barras finas de acero con un extremo terminado en punta de hélice, que sirve para hacer agujeros en la madera) con las que extraen un núcleo de árbol sin dañarlo.
Franco Ramos pormenorizó que “obtenemos esta información y podemos ver las anomalías y cuando ocurrieron. Lo usamos principalmente en árboles vivos, de donde extraemos un núcleo de pocos milímetros de diámetro, y con esa muestra obtenemos información, fechamos y sabemos qué pasó ahí. La mayoría de los muestreos se hace con este tipo de colectas en árboles vivos y solo con un pequeño núcleo. En los árboles muertos se puede sacar una sección completa si la madera está bien conservada para poder fechar”.
Con el núcleo, en el laboratorio se clasifica, se pule y lija para poder visualizar correctamente los anillos. Luego se realiza el fechado y su medición para después llevar a cabo su análisis. Cuando los estudios son químicos, la preparación es distinta, depende de cada investigación”.
Para fines de mitigación de riesgos geológicos también es un método útil para estudiar sucesos ocurridos hace cientos de años. “Nos permite ver qué pasó en un tiempo más largo en el pasado y conocer eventos que nos pueden servir para los planes de mitigación de riesgos en zonas específicas”, comentó.
Con el estudio de los anillos se pueden identificar especímenes de cien o hasta mil años, pues esta técnica está condicionada por la edad de los árboles; también algunas enfermedades, si la muestra cuenta con patógenos como microorganismos o plagas que pueden matar al árbol, incluso a la sección de un bosque. Para estos estudios se necesitan análisis microscópicos, señaló.