Según un informe de la empresa Capgemini publicó la 24ª edición anual de su informe
Observatorio Mundial de los Mercados de Energía (WEMO, por sus siglas en inglés),
realizado en colaboración con De Pardieu Brocas Maffei, Vaasa ETT y Enerdata, es
urgente encontrar equilibrio entre dos factores igualmente importantes: la seguridad del
suministro energético asequible y la lucha contra el cambio climático.
El WEMO de 2022 analiza cómo lograr este equilibrio mediante la combinación de
medidas a corto plazo y decisiones a largo plazo sobre la reforma del diseño del mercado
energético, la sostenibilidad del suministro de energía y las condiciones de financiamiento
favorables para las inversiones verdes a largo plazo. Las principales observaciones y
recomendaciones del informe son: Afrontar la crisis energética con la reducción de energía
y el almacenamiento de gas a corto plazo.
Tras la invasión rusa de Ucrania, el riesgo que representa la dependencia europea del gas
ruso a largo plazo ha llegado a un punto crítico. La dependencia del gas ruso en Europa,
especialmente en Alemania, se ha agravado en las dos últimas décadas por la reducción de
la producción europea de gas y el aumento de su consumo. Esta situación se ha visto
impulsada aún más por la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero
(GEI) para avanzar en los objetivos de Cero Neto, el cierre de centrales nucleares tras el
incidente de Fukushima y otras consideraciones económicas.
Actualmente, debido a la retirada forzosa del gas ruso en Europa, garantizar el suministro
de gas durante el próximo invierno dependerá de tres factores: la capacidad de llenado de
las instalaciones de almacenamiento (la legislación de la UE establece que las instalaciones
de almacenamiento de gas deben estar llenas al menos al 80% de su capacidad antes del 1
de noviembre de 2022, incluida la instalación de Rehden); la identificación de los flujos de
importación de gas; y, sobre todo, la efectividad de las campañas de reducción del consumo
de energía. Los incentivos al ahorro energético, que ya se han implantado en muchos países
europeos, pueden propiciar cambios significativos.
De acuerdo a los nuevos planes de la UE para acelerar el desarrollo de energías renovables
con el fin de lograr la independencia del suministro ruso y la electrificación de la economía,
se necesitarán €210 mil millones adicionales para inversiones energéticas de aquí a 2027.
Actualmente, las tecnologías eólica y solar son las soluciones más prometedoras.
Para Colette Lewiner, asesora sénior de Energía y Servicios Públicos de Capgemini: “Es
necesario encontrar un cuidadoso equilibrio. Esto significa apostar por soluciones
adecuadas a corto plazo, como la solar y la eólica, mientras que a largo plazo hay que
construir grandes centrales nucleares de tercera generación o SMR[3] en países que puedan
desarrollar dichos programas.


Debemos ser realistas sobre las soluciones emergentes y el impacto que pueden tener. Por
ejemplo, por razones económicas y técnicas, el hidrógeno no está en condiciones de
cumplir su función de alcanzar cero emisiones netas para mediados de siglo. Por lo tanto, el
hidrógeno verde debería reservarse para las industrias en las que es difícil reducir el CO2”.
De las soluciones renovables disponibles, la solar tiene un importante potencial de
crecimiento debido a los avances con materiales y métodos innovadores para maximizar la
energía solar, como las células bifaciales, las lentes integradas y los paneles solares
invertidos, que pueden generar electricidad por la noche.
Además, la instalación de paneles solares es más adecuada para las comunidades locales
que los parques eólicos. Sin embargo, actualmente el 75% de todos los paneles solares

fotovoltaicos (FV) de la UE provienen de China, lo que ha provocado, durante la última
década, el declive de la producción fotovoltaica nacional de la UE.
Europa debe ser cautelosa y no sustituir la dependencia del gas ruso por la de otros países,
como China, en cuanto a componentes clave para la transición energética, como los paneles
fotovoltaicos, las tierras raras y los metales raros, señala el Observatorio. Los gobiernos
europeos deben crear las condiciones técnicas, financieras y regulatorias adecuadas para
desarrollar industrias locales clave de vanguardia, como la producción de paneles
fotovoltaicos y baterías, con el fin de recuperar la soberanía. Asimismo, debería acordarse
una reforma sustancial del mercado eléctrico para fomentar las inversiones en generación
con bajas emisiones de carbono.
Mientras tanto, la energía nuclear está renaciendo, ya que se considera una fuente de
energía interna fundamental para la descarbonización de la electricidad y la estabilidad de
la red eléctrica, y, a corto plazo, países como Alemania y Bélgica deberían mantener
abiertos los reactores existentes.
Según el informe, a mediano plazo, los gobiernos del Reino Unido, Estados Unidos, Japón,
la UE y China deberían seguir construyendo centrales nucleares y, al mismo tiempo,
deberían establecerse sistemas de remuneración a largo plazo de la electricidad nuclear para
alentar a los actores privados a invertir en esta industria.
La crisis energética también ha provocado un retraso en el cierre de las plantas de carbón,
lo que aumenta las emisiones de CO2. Las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de
carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) son una herramienta indispensable para gestionar
estas emisiones, por lo que debe acelerarse la implementación y la inversión en plantas
CCUS.
En 2021, se anunciaron 97 nuevas plantas de CCUS en funcionamiento; Estados Unidos y
Europa representan tres cuartas partes de todos los proyectos en desarrollo. La inversión
debe continuar, ya que la capacidad de captura de carbono debe aumentar de aquí a 2030
para alinearse con el objetivo cero neto para 2050; en 2021 la capacidad anual de carbono
sólo había alcanzado 40 MtCO2.
En Europa, los conflictos geopolíticos han acentuado la necesidad de desarrollar energías
locales como las renovables, así como la nuclear en aquellos países que pueden desarrollar
este tipo de proyectos. Aunque el uso del carbón ha aumentado, y es probable que las
emisiones de GEI en 2022 y 2023 sean superiores a las de 2021, hay dos factores que
podrían contrarrestar su impacto.
En primer lugar, la eficacia del ahorro energético podría tener un impacto considerable en
las emisiones de GEI. En segundo lugar, es probable que la desaceleración económica
mundial del segundo semestre de 2022 reduzca el consumo de energía y las emisiones
relacionadas con los GEI.
A pesar de estas tendencias, la voluntad política para combatir el cambio climático persiste
y va en aumento por parte de los principales emisores a nivel mundial, como demuestran
las medidas adoptadas por la UE, como Fit for 55 y REPowerEU, la Ley de Reducción de
la Inflación de USD 430 mil millones de la administración Biden, y los planes climáticos
nacionales actualizados de países como la India.

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