El ejercicio de someter a escrutinio los paradigmas que sostienen nuestro entendimiento de la realidad incide de manera favorable en la apreciación de los fenómenos complejos, sobre todo, en aquellas problemáticas que de antaño nos aquejan.
Como seguramente saben, la política de alcance internacional, denominada “guerra contra las drogas” gestada e impulsada por décadas desde Estados Unidos, se sostiene en el argumento que su combate y prohibición extinguirá su distribución y consumo. Asimismo, cabe destacar que ante las iniciativas de legalización que se instrumentan en algunos países, se alega que éstas incidirán directamente en un incremento exponencial de su consumo. Bajo esta premisa, las drogas por y en sí mismas generan dependencia o adicción, por ende, se encuentra fuera del individuo la atribución de la adicción.
En el abordaje clínico, sobre todo en el último lustro, se asoma un cambio de mirada, al que subyace un enfoque disruptivo. Por ende, a través de estas líneas se pretende, en primera instancia, poner el tema en la mesa, incitar a la reflexión y a su vez, difundir una mirada crítica ante una temática de alto calibre y ante la cual, aparentemente todo está dicho y en consecuencia no se interpelan cuestionamientos.
Entremos pues en materia, los individuos que presentan alguna dependencia o adicción a sustancias psicoactivas, en las que su consumo suele poner en riesgo tanto su integridad física como psíquica, ante ello, y como ya se mencionó, el modelo hegemónico implementa líneas de intervención que parten de la presuposición que el malestar del individuo se encuentra fuera de él, recayendo netamente en la droga o sustancia, es decir en el objeto, en consecuencia, los esfuerzos terapéuticos suelen dirigirse a que los individuos desarrollen la capacidad de “decir no”, lo cual se traduce en reforzar un abanico amplio de conductas de huida, toda vez que la sustancia representa un flagelo.
Ante este escenario, el cuestionamiento que se busca responder a toda costa es: ¿Qué propiedades tiene esa droga o sustancia para generar dependencia en el sujeto? Con ello, se anula la posibilidad de ubicar como foco principal al sujeto en el abordaje clínico y las dinamias que éste establece con el objeto. Al respecto, es preciso acudir a otras instancias, así pues, es notorio que el Psicoanálisis suele desafiar los límites del saber científico, mismo que se enmarca y produce desde el enfoque positivista.
Como ejemplo de ello, en la práctica psicoanalítica se encuentra menester que el sujeto asuma la ausencia de satisfacción y, por ende, no se pretende instaurar la ilusión de encontrarla a toda costa. En contraste, el cuestionamiento que surge desde el enfoque psicoanalítico es: ¿Qué peculiaridad tiene el sujeto para desarrollar dependencia a una determinada sustancia? Dicho enfoque o perspectiva implica la creación de un dispositivo clínico, es decir, un conjunto de protocolos de intervención.
En la elaboración de este viraje se apuesta por llevar a cabo una clínica más acorde y pertinente al fenómeno que aquí se discute y sus particularidades, tal como las recaídas recurrentes, por lo tanto, resulta imperativo develar las construcciones subjetivas que los individuos acuñan a la droga o sustancia y, en consecuencia, la intervención requiere orientarse a una tarea sui generis: hacer consciente la naturaleza del vínculo. Así pues, habrá que analizar y de ser preciso modificar las políticas de intervención que soportan el modelo hegemónico tanto en el ámbito nacional como internacional, de la cual se deriva la altamente popular “guerra contra las drogas” que hasta hoy como experimento ha fracasado.
Cabe apuntar que, la tesis que se plantea en este artículo se sustenta en lo expuesto por múltiples especialistas en la materia, que, a través de sus estudios, sobre todo de corte empírico, buscan establecer abordajes clínicos centrados en el individuo. Destacan las investigaciones realizadas por el psicólogo Bruce Alexander, que, a su vez, retoma el reconocido periodista Johann Hari, quien al respecto expone que: la adicción está causada por un sentimiento de aislamiento y desconexión del individuo, no por las drogas en sí mismas. Por ello, invitamos a los lectores a ahondar en los planteamientos citados.
Autores:
*Karla María Díaz López. Licenciada en Psicología, Maestría y Doctora en Ciencias Educativas, Coordinadora de la Maestría y el Doctorado en Educación en CETYS Universidad Campus Internacional Ensenada. karla.diaz@cetys.mx
*José Carlos Arroyo Cossio. Licenciado en Psicología, y egresado de la Maestría en Psicología Clínica de CETYS Universidad. Cuenta con 10 años de experiencia en el abordaje clínico de las adicciones jcacossio@gmail.com