Una investigación del Centro de Estudios Espinosa Yglesias señala que los mexicanos tienen una visión muy distinta de sus aspiraciones personales. Un ejemplo es la brecha entre la movilidad social deseada y la percibida es más grande para las personas más pobres que para las más ricas; es decir, las personas en situación de pobreza desean un aumento mayor relativo a la movilidad que perciben que lo que estiman las personas con mayor riqueza.

Igualmente, las personas más pobres experimentan una brecha más grande entre la desigualdad que perciben y la que desean. Esto significa que las personas en situación de pobreza viven más alejados de su sociedad ideal que las personas con mayor riqueza, independientemente de lo acertado de sus estimaciones.

Si bien son problemas para la sociedad en su conjunto, la desigualdad y falta de movilidad pesan más para las personas más pobres, porque son ellos los que pagan la mayor parte de sus costos.

Por ejemplo, pagar la salud con gasto de bolsillo es más caro que tener un seguro, ya sea de salud pública o privada; no tener ahorros para la vejez a través del IMSS u otro salvavidas (público o privado) ―por no haber conseguido un trabajo formal durante suficiente tiempo de vida laboral― implica más gastos al final que sí tenerlo.

El análisis de estas percepciones, indica el Centro Yglesias, permite determinar las preferencias y demandas políticas de las personas ―el camino que proponen para llegar a su sociedad ideal― no son los niveles ‘reales’ de desigualdad (que, además, son complicados de medir de forma acertada), si no la desigualdad percibida.

Al cuestionar sobre cómo piensan los mexicanos llegar a su futuro deseado, el documento señala que las personas pobres deberían pagar 14 por ciento de impuestos (más del 8 por ciento que pagan actualmente) y los de ingreso medio 23 por ciento.

Donde no hay consenso es con las personas con mayor riqueza: las personas más pobres proponen una tasa del 50 por ciento, mientras que las personas más ricas se otorgan un 32 por ciento (cercano a la incidencia impositiva actual).

Los mexicanos desearían vivir en un país menos desigual, sin embargo, no están dispuestos a redistribuir los costos para lograrlo. En el sistema actual de redistribución fiscal poco progresiva (es decir, poca participación equitativa de los ricos), las personas más pobres pagarían el costo no sólo de las consecuencias de la desigualdad, sino también de la potencial redistribución, mientras que los que más posibilidades tienen no asumen su parte justa, se dictamina.

Las personas con mayor riqueza están dispuestos a dar de su ingreso la mitad de lo que ofrecen sus pares en situación de pobreza, es decir, no solo incumplen con las tasas fiscales nominales de la actualidad, sino que tampoco están dispuestos a tener la conversación sobre redistribución fiscal que tanto le urge al país.

 

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