No hay más tiempo, la naturaleza está en peligro y la ONU lo alertó de forma clara: para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C este siglo, debemos reducir a la mitad las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para 2030.
Y de los cinco principales sectores emisores, la agricultura animal es el que produce más gases de efecto invernadero, un 18%.
También contribuye al deterioro medioambiental con la contaminación del agua, del aire, el desperdicio de recursos, la deforestación y la pérdida de especies; dañando de forma irreparable la biodiversidad del planeta.
«Como vegana antiespecista, reconozco que la industria de la carne no solo perpetúa la explotación animal, sino que también provoca un devastador impacto ambiental que afecta desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables, evidenciando la intersección de la justicia social y ambiental», amplia Jessica González Castro, directora de GenV en México, una organización sin fines de lucro que busca promover un sistema más saludable, sustentable y justo para todas las especies que habitan el planeta.
Dejar de consumir animales ya no es una decisión individual, es una necesidad colectiva para todas las especies y la Tierra. Si durante un mes una persona adopta una alimentación vegana se pueden salvar 300 mil metros cuadrados de bosque, evitar 280 mil kg de emisiones nocivas de dióxido de carbono y resguardar 125 mil litros de agua.
En ese sentido, la huella de carbono individual podría reducirse hasta en un 73% y optimizar el uso de tierras agrícolas en un 75%, (hoy destinadas a la industria cárnica) que podrían producir cultivos de manera sostenible y colaborar a bajar el índice de 8.9 por ciento de la población mundial que padece hambre.