Entre 1970 y 2023, el porcentaje de la población de 0 a 14 años disminuyó de 46% a 23%. En contraste, la población adulta de 30 a 64 años aumentó de 24 a 43%, mientras que el porcentaje de adultos mayores se incrementó a más del doble, al pasar de 4% a 10%. Esto quiere decir que desperdiciamos juventud, que perdimos tiempo valioso al no poder consolidar, entre otras cosas, una educación de calidad acorde a la demanda de los tiempos. No hemos logrado ofrecer oportunidades laborales dignas a nuestros jóvenes talentos, robándoles, incluso, paradigmas culturales y estéticos que fortalezcan su autoestima en su desarrollo personal, generaciones confundidas tratando de dar rumbo a sus vidas en un ambiente de grises y oscuros, de poca luz.
Al cierre del siglo pasado, tuvimos una curva demográfica favorable al contar con una población joven. El estribillo rezaba que ese bono demográfico de juventud era una de nuestras principales fortalezas como nación para lograr un mayor desarrollo económico de cara a otros países que, si bien desarrollados, estaban envejeciendo y, por ende, no contaban con un futuro poblacional promisorio.
“Han pasado más de cuatro décadas, y ahora la política pública más exitosa con la que cuenta el país es la pensión universal a adultos mayores de más de 65 años. Es decir, el Estado está coadyuvando a la manutención de la vejez en nuestra sociedad. Dirían los abogados: relevo de pruebas a confesión de parte. Con esto queda demostrado que estamos perdiendo, o perdimos, el bono demográfico que celebrábamos ayer como una oportunidad estratégica para un mejor futuro nacional”, comentó Cuauhtémoc Rivera.
En el país residen más de 17 millones de personas de la tercera edad. Si bien a los adultos mayores de 65 años y más se les está apoyando con una pensión universal y adicional de $4,800 bimestrales, beneficiando a más de 12 millones de esta población, este programa adolece de un factor fundamental, ya que no se ha entendido a cabalidad que no sólo de pan vive el hombre y lo que demandan nuestros mayores es atención, acompañamiento, quién los escuche e involucre en los avatares y disyuntivas que plantea la cotidianidad de la vida. No se trata tan sólo de darles dinero para que paguen la luz, sino de animarlos y reanimarlos haciendo valer su experiencia en la vida presente.
Muchas de las tensiones que hoy el estado otorga van a parar a manos de familiares que abusan de su condición ascendente y, con pretexto de apoyarles para cobrar su pensión, terminan quedándosela, literalmente terminan por bolsear a sus padres y abuelos sin escrúpulo alguno. Algo parecido ocurre con lo “ninis” y sus becas. Si bien se les apoya con recursos, esto no se ha traducido en un desarrollo laboral en sus vidas ni en lograr vincular su preparación con sus aspiraciones. Los jóvenes siguen acorralados en un presente incierto que no les permite concretar sus sueños.
“Paulatinamente hemos ido perdiendo el tan apreciado bono demográfico, se nos ha escapado de las manos como el agua, fermentándose un legítimo reclamo de estas generaciones perdidas al no encontrar un espacio social productivo en el cual desenvolverse. Mujeres y hombres inconformes con la vida que les ofrece el México actual, migran o se pierden. Reza el refrán: mucho va el cántaro al agua hasta que se rompe. Por un lado, los adultos mayores en su ocaso arriban al término de sus vidas en solitario, colmados de decepciones y, por su parte, los jóvenes, cada vez menos jóvenes, viven con desesperanza al ver cómo pasa el tiempo sin poder concretar sus propósitos de vida”, finalizó Rivera.