El confinamiento posibilita la oportunidad de replantear el turismo y enfocarlo más a los ámbitos local o regional con verdadero sentido de sustentabilidad, a fin de evitar que la actividad humana los sobresature, contamine o devaste los destinos, afirmó Álvaro López López, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Cabe mencionar que el turismo ha generado importantes daños directos e indirectos sobre la naturaleza y en esta década más habrá 37 mil millones de turistas, sólo 4.8 por ciento internacionales, informó la Organización Mundial del Turismo (OMT).
A su vez, las poblaciones locales deben considerar a la llamada industria sin chimeneas como una de las posibilidades para obtener ingresos, pero no como única actividad de la que se vuelvan totalmente dependientes, de aquí que es necesario diversificar su economía para que tengan otras fuentes de empleos e ingresos, resaltó.
Ser sustentable, prosiguió, implica estar en contacto con la naturaleza y tomar conciencia de que en el ecoturismo nuestras acciones tienen fuerte impacto en los ecosistemas.
En realidad, aseveró, la sustentabilidad está más en el discurso que en los hechos; el término sustentable se usa simplemente para hacer sentir que la dinámica que utilizamos es de bajo impacto, cuando en realidad es muy alto.
Las emisiones contaminantes de dióxido de carbono (CO2) que genera el turismo –mayormente en el traslado de personas como en generación de basura- crecerán 25 por ciento para 2030 respecto al registro de 2016, al llegar a mil 998 millones de toneladas, indicó la OMT.
Esta cifra representa únicamente el 5.3 por ciento del total de emisiones contaminantes que generará la humanidad para 2030, aunque en las correspondientes al transporte el turismo concentrará 21 por ciento del total.
Por ello, “debemos propugnar por reducir significativamente la movilidad turística con fines lúdicos o recreativos e incentivar los turismos locales y regionales, porque mientras más lejanos son los espacios de visita, la huella de carbono que genera cada turista es mayor”, señaló el especialista en geografía del turismo.
El experto ejemplificó que la ausencia de actividad humana liberó la capacidad de carga del planeta en los espacios turísticos y, de pronto, la flora empezó a expandirse más en los caminos por donde transitan los visitantes; muchos animales regresaron a zonas costeras o parques nacionales.
De modo que confinarse permitió al espacio geográfico natural recuperarse y hoy sabemos que podemos contribuir, con nuestra forma de practicar el turismo, a tener un planeta más sano, resaltó.
“Probablemente será una labor complicada porque la construcción humana contemporánea está muy inmersa en el capitalismo consumista, pero podemos empezar por ser más responsables de todos los elementos con los que nos vinculamos al viajar desde el transporte, la actividad restaurantera y hotelera, hasta el consumo y el comercio”, sugirió el geógrafo.
En este contexto, López López consideró que deben decidir los límites que soporta su espacio turístico para que no se dé una saturación y sobreexplotación del entorno, comentó.
“Si somos conscientes del daño que hemos provocado en el medio ambiente y vamos a ejercer mejores prácticas de turismo, tanto como consumidores como planeadores, gestores y prestadores de servicios turísticos, la respuesta está en apoyar e impulsar el turismo local y las economías nacionales”, concluyó.