El cultivo de caña de azúcar en México es muy importante desde el punto de vista económico y durante la pandemia del COVID-19, la zafra –recolección de la planta– no se ha interrumpido para evitar la pérdida de la cosecha, aun cuando esa práctica provoca gran contaminación atmosférica y contribuye con 7 por ciento del carbono negro –detonante del Cambio Climático– en el país, sostuvo la doctora Violeta Mugica Álvarez, profesora del Departamento de Ciencias Básicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Con el trabajo “Emisiones de la quema de caña de azúcar, caracterización y factores de emisión –dirigido a regular y eventualmente eliminar ese procedimiento antes y después de la cosecha–“ el grupo de académicos encabezado por Mugica Álvarez obtuvo el Premio a la Investigación 2020 que otorga cada año la UAM.
Hasta ahora no se ha realizado un estudio epidemiológico del problema en términos de salud, pero la realidad es que la población que habita en los alrededores de los ingenios sufre padecimientos respiratorios; muchos niños son asmáticos y es probable que se deba a las sustancias tóxicas provenientes de esas zonas.
En la ciudad de Córdoba, Veracruz, por ejemplo, los techos de las casas y otras edificaciones están llenos de tizne, algo que durante mucho tiempo a nadie ha importado, por lo que “nosotros decidimos empezar a medir” los compuestos de esas emisiones caracterizándolos, lo que implica establecer si tienen especies orgánicas e inorgánicas; metales o gases, como el carbono negro, uno de los detonadores del efecto invernadero, que ocasiona, a su vez, el Cambio Climático, explicó Mugica Álvarez.
México se comprometió en el Acuerdo de París a bajar para 2030 en 51 por ciento la generación de carbono negro, que mantiene el calor y contribuye al calentamiento global.
“Nosotros ya trabajábamos en estos temas y habíamos planteado al Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) que la nación no tenía sus factores al respecto y, por tanto, no sabíamos, en el caso del cultivo de caña, cuánto dispersábamos a la atmósfera, por lo que propusimos desarrollar el factor de emisión de la quema” en dicha industria.
En coordinación con el Colegio de Pos-graduados, campus Córdoba, Veracruz, Francisco Hernández Rosas, líder del grupo en Biotecnología Microbiana Aplicada del mismo, “nos ayudó a contactar a dueños de ingenios y cortadores para simular esa actividad y medirla”.
En el Laboratorio de Incineración del Departamento de Energía de la Unidad Azcapotzalco de la UAM, el investigador José de Jesús Figueroa Lara se encargó de diseñar y construir un quemador con parámetros especiales que cuenta con una chimenea en la que se ubica un puerto de muestreo y una serie de sondas. Con este equipo pudo simularse lo que pasa con las emisiones a cielo abierto y calcularlas como si se tratara de una chimenea industrial.
Mugica Álvarez explicó que cuando se lleva a cabo la cosecha o la zafra, los niveles de partículas suben hasta siete veces más que cuando no hay, pero las personas no dan mucha importancia a esto, porque –como ocurre en el campo– piensan que esa contaminación se disipará, aunque “si tienen tiznados sus techos quiere decir que también inhalaron el hollín” y, en ese sentido, el primer objetivo fue mostrar los valores reales.
En esta investigación, las mediciones por la quema de residuos de caña de azúcar permitieron determinar los factores de emisión de carbono elemental (CE); carbono orgánico (OC); 18 hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP); Potasio (K); Sodio (Na); Calcio (Ca); Magnesio (Mg); Nitrato (NO3-); Sulfato (SO42-); Amonio (NH4+), y Cloro (Cl), contenidos en partículas (PM), así como de dióxido de carbono (CO2); monóxido de carbono (CO); metano (CH4), y 37 compuestos orgánicos volátiles (COV).