Hoy en día el activismo financiero a nivel mundial tiene gestión de activos por más de 200 billones de dólares, una estrategia que ha resultado benéfica para los inversionistas, lo que ha generado cada vez más participación de estrategias activistas.

Durante 2023, los mercados presentaron retornos elevados para los principales índices accionarios, atribuido en gran medida a 7 compañías denominadas “magnificent 7” (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Tesla y Meta), como consecuencia, los retornos esperados a nivel índice son acotados. Este tipo de distorsiones generan oportunidades interesantes en empresas de menor capitalización y que no pertenecen al sector  de tecnología. Las empresas de mediana y baja capitalización no fueron partícipes en la apreciación que mostraron empresas de mayor tamaño, prueba de esto es el índice Russell 2000 que mantiene un claro rezago contra el índice S&P500. Aunado a esto, las expectativas de crecimiento de utilidades en el segmento de baja y mediana capitalización son más atractivas para 2024, y presentan una oportunidad muy interesante dados los descuentos a los que cotizan actualmente. Lo anterior, genera un entorno óptimo para la ejecución del activismo financiero.

En el entorno de mercado actual, donde la normalización monetaria es una realidad, es posible observar la situación real de las compañías, algo que no se veía por años. Los balances de las compañías siempre se veían muy beneficiados por dinero “gratis” como consecuencia de la laxitud monetaria, pero hoy en día se vive un entorno donde la situación real de las compañías puede ser conocido por todos. Lo anterior, presenta un entorno de oportunidades en el cual los activistas financieros puedan fungir como catalizador de valor en empresas subvaluadas que muestran balances sanos.

Los inversores activistas, también conocidos como accionistas activistas, compran una participación relevante en una empresa que consideran de bajo rendimiento y luego ejercen sus derechos corporativos para influir en la administración y la junta directiva de esa empresa para realizar cambios que conduzcan a un mayor valor de la compañía.

Durante la última década, los resultados positivos del involucramiento de los activistas financieros en las empresas han generado apetito por parte de inversionistas sofisticados, creciendo el mercado y la gestión a 200 billones de dólares tan sólo en Estados Unidos. Haciendo evidente que el activismo financiero es una inversión que genera valor en múltiples frentes: ganan las compañías, gana el mercado y ganan los accionistas.

Un fondo activista como el que ofrece Forandra, al tratarse de una estrategia de nicho, está orientada a inversionistas más sofisticados que les gusta encontrar y desplegar capital en estrategias diferenciadas y con un mayor potencial de rendimientos, tales como: family offices, inversionistas institucionales y asesores independientes.

Recientemente Forandra Capital, dirigido por Diego Tarrats, anunció el lanzamiento del fondo denominado “AF1” (Activist Fund 1), con un objetivo total de Inversión por 150 millones de dólares, consolidando  así  el primer portafolio de inversión activista con ADN mexicano y democratizando el acceso a inversionistas internacionales sofisticados con un apetito de inversión en los mercados de valores de Estados Unidos, Europa y Japón.

 

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