Bringing flexi back to be recycled

A medida que surgen más investigaciones sobre el impacto del uso excesivo de plásticos, tanto consumidores como fabricantes están buscando alternativas sostenibles y a simple vista, todo lo que contenga el prefijo “bio” suena prometedor, porque se supone que es un producto amigable con el medio ambiente. Sin embargo, estos términos a menudo se confunden, lo que puede llevar a los consumidores a tomar decisiones mal informadas. De acuerdo con el estudio de percepción de plástico y consumo de empaques Latinoamérica 2024 realizado por La Vulca & Netquest, más de la mitad de la población en México (68%) busca certezas en los productos que usa ya que considera que la conciencia ambiental es incierta.

Recientemente, el término «biobasado» ha ganado terreno en la industria del plástico, sin embargo, es fundamental entender en qué radica la diferencia con los plásticos convencionales. Los plásticos convencionales se fabrican a partir de combustibles fósiles, mientras que los biobasados provienen de fuentes naturales. No obstante, ser biobasado no garantiza que un plástico sea biodegradable.

Los plásticos biodegradables pueden ser biobasados o contener una mezcla de materiales, pero su característica distintiva es su capacidad para biodegradarse (descomponerse) por la acción de microorganismos, completando su ciclo de vida sin dañar el entorno. Además, la producción de bioplásticos y materiales biodegradables suele consumir menos energía que la de los plásticos convencionales, lo que resulta en una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero y una menor huella de carbono.

Además de su menor impacto durante la producción, los bioplásticos ofrecen beneficios adicionales al final de su ciclo de vida, especialmente a través de la biodegradación. Este fenómeno natural permite que los materiales se descompongan gracias a la acción de hongos y microorganismos, transformándose en nutrientes y energía para el ecosistema. A diferencia de otros métodos como la descomposición o la desintegración, la biodegradación garantiza que el material no deje residuos tóxicos ni microplásticos que puedan dañar a otros seres vivos.

Además, la biodegradación ayuda a reducir significativamente la contaminación plástica, especialmente en entornos naturales donde una mala gestión de residuos puede causar daños considerables. Por ejemplo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de los más de 280 millones de toneladas de productos plásticos de vida corta que terminan en la basura, el 46% de ellos se deposita en vertederos municipales, mientras que el 22% se gestiona de manera inadecuada y se convierte en basura. Por ello, los plásticos biodegradables que se descomponen sin dejar microplásticos ni sustancias tóxicas, ayudan a mitigar el impacto negativo en el medio ambiente.

En general, los plásticos biodegradables ofrecen una alternativa responsable ante los plásticos convencionales. Estos materiales mantienen las mismas funcionalidades y ventajas prácticas que los plásticos tradicionales, pero sin los efectos adversos para el medio ambiente. En ese sentido, es común usar el término «biodegradable» como sinónimo de «compostable» porque ambos términos sugieren que el material se descompondrá de manera natural sin causar daño al medio ambiente.

La confusión entre estos términos surge porque ambos implican descomposición natural, pero no todos los materiales biodegradables son aptos para el compostaje y no todos cumplen con los estándares para ser considerados compostables.

Entendamos por qué…

La biodegradación es el proceso de descomposición de los materiales por la acción de hongos y microorganismos, mientras que el compostaje es una de las condiciones específicas en las que puede ocurrir este proceso, típicamente en presencia de oxígeno y con parámetros de temperatura y humedad controlados, teniendo como resultado final compost o abono natural. Por lo tanto, aunque algunos materiales son biodegradables y pueden descomponerse en diversas condiciones, no todos son necesariamente compostables, es decir, capaces de descomponerse eficientemente en un ambiente de compostaje.

Las condiciones para la biodegradación varían: en el compostaje, ya sea casero o industrial, el proceso es aeróbico (en presencia de oxígeno); en los rellenos sanitarios, la biodegradación ocurre en ausencia de oxígeno; al aire libre, en el ambiente natural, hongos y microorganismos filamentosos desempeñan un papel crucial en la descomposición; y finalmente, en el medio marino, la biodegradación se lleva a cabo gracias a organismos marinos específicos.

Estas condiciones diversas aseguran que los plásticos biodegradables puedan descomponerse de manera eficiente en diferentes entornos, reduciendo así su impacto ambiental.

Dado que la industria mundial de bioplásticos está en pleno crecimiento y se prevé que la capacidad global de producción alcance cerca de 7.59 millones de toneladas para 2026, representando el 2% de la demanda mundial de materias primas plásticas, las regulaciones, certificaciones y una adecuada educación son fundamentales para que los bioplásticos alcancen todo su potencial.

Al optar por plásticos biodegradables, contribuimos a un futuro más sostenible y saludable para nuestro planeta. Por ello, entender y diferenciar los conceptos de biodegradación, bioplásticos y materiales biobasados  es vital para avanzar hacia una economía más sostenible de los sectores de alimentos, retail, e-commerce, etc. La elección de materiales biodegradables no solo ayuda a reducir la contaminación, sino que también promueve un ciclo de vida más amigable con el medio ambiente, beneficiando tanto a la naturaleza como a la sociedad.

 

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