A nivel mundial, el cáncer de pulmón es la principal causa de muerte por esta enfermedad y América Latina no es la excepción, región en la que representa hasta 12 por ciento de todas las muertes por cáncer; en México, por ejemplo, la cifra de defunciones asciende a 7,800 anuales.
Al ser el tipo de cáncer más letal, tanto en hombres como en mujeres, se resalta la importancia de tener mejores herramientas para alcanzar un diagnóstico certero y en etapas tempranas de la enfermedad.
De este modo, el análisis a través de biomarcadores resulta esencial para comprender mejor las características moleculares del cáncer. Estos también permiten elegir tratamientos con más probabilidades de éxito y, al mismo tiempo, evitar la selección de procedimientos erróneos. Estos indicadores son fundamentales para personalizar el tratamiento del cáncer de acuerdo con las necesidades de cada paciente.
Los biomarcadores pueden ser genes, proteínas, metabolitos, parámetros fisiológicos o anatómicos que proporcionan información valiosa y objetiva acerca de un proceso biológico normal, uno infeccioso o si es la respuesta a una intervención farmacológica.
Son un sistema de alertas que da señales específicas de cómo el paciente puede reaccionar a un determinado tipo de tratamiento. “Ellos permiten la selección de terapias dirigidas, como los inhibidores del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR) o de otras que resultarán más efectivas en pacientes con ciertos biomarcadores tumorales”, explica Daiane Oliveira, gerente médica de Oncología en Johnson & Johnson LATAM.
En el cáncer de pulmón de células no pequeñas (CPCNP), los biomarcadores juegan un papel crucial en la identificación de mutaciones genéticas que impulsan el crecimiento tumoral. Estos, pueden revelarnos que las mutaciones en el gen EGFR, presentes en aproximadamente 22 por ciento de los pacientes a nivel mundial, son más comunes en mujeres, en personas no fumadoras y las de origen asiático, por ejemplo.
Otros biomarcadores relevantes incluyen el reordenamiento del gen ALK, presente en el 5 por ciento de los casos, así como el reordenamiento de ROS-1 (2 por ciento), y mutaciones BRAF (2 por ciento) y K-RAS (14 por ciento). La identificación de estos marcadores permite no solo clasificar el tipo de cáncer, sino también predecir el pronóstico y seleccionar el tratamiento más adecuado.
“La detección de estos biomarcadores se realiza mediante biopsias de tejido tumoral o biopsias líquidas, que analizan el ADN tumoral circulante en la sangre. Esto permite detectar mutaciones clave y guiar la elección del tratamiento más adecuado. Además, los biomarcadores tumorales circulantes se utilizan para monitorear la respuesta al tratamiento y evaluar la progresión de la enfermedad”, informa Daiane Oliveira.
La medicina de precisión ha revolucionado el enfoque del tratamiento dirigido contra el cáncer, basándose en el análisis detallado de los biomarcadores para diseñar terapias con respuestas más profundas. Este enfoque permite a los oncólogos adaptar el tratamiento a las características moleculares específicas de cada paciente, maximizando la eficacia de las terapias y minimizando los efectos secundarios. “La medicina de precisión está en constante evolución y ya ha mostrado resultados prometedores en la mejora de los resultados clínicos en el cáncer de pulmón y continúa siendo una de las áreas de investigación más importantes en oncología”, concluye.