El consumidor mexicano atraviesa un complejo proceso de toma de decisiones en medio de un entorno económico marcado por la inflación y la incertidumbre. Más allá de las decisiones cotidianas, el proceso de compra se ha convertido en una estrategia de supervivencia donde el precio y la necesidad son los factores dominantes. La preocupación por hacer rendir el dinero es evidente: El 50% de los consumidores mexicanos prioriza la compra de lo básico. Mientras que un 25% se enfoca en asegurar que lo que gane sea suficiente para mantener una vida digna, cubriendo únicamente lo esencial.

El recorrido de compra empieza con el reconocimiento de una necesidad

Bajo la presión de la economía, esta necesidad no se reduce solo a deseos o preferencias, sino en necesidades. Este cuestionamiento es particularmente agudo en los sectores de bajos ingresos, donde los cambios en la economía doméstica han obligado a reconsiderar incluso las compras más habituales.

Una vez identificada la necesidad, la búsqueda de información toma un giro pragmático

El consumidor se convierte en un investigador meticuloso que busca maximizar cada peso gastado. Los canales de compra no tradicionales han ganado popularidad, con el 60% de los compradores explorando alternativas como los hard discounters, tiendas especializadas y el eCommerce. En estos espacios, encuentran opciones más accesibles que les permiten enfrentar la inflación, mientras ahorran lo suficiente para cubrir otras necesidades.

“La creciente preferencia por canales no convencionales refleja cómo los consumidores mexicanos se adaptan rápidamente a la situación económica”, comenta Raquel Jiménez, Líder de Costumer Succes en NielsenIQ (NIQ) México. “Buscar tiendas especializadas o hard discounters ya no es solo una opción, sino una estrategia para maximizar el poder adquisitivo”.

La decisión de compra en México no es homogénea

Dependiendo del nivel socioeconómico, los hábitos varían notablemente. Los consumidores de menor poder adquisitivo son los más proclives a ajustar sus rutinas. El 66% está dispuesto a cambiar el lugar donde suelen comprar con tal de encontrar mejores precios, y el 60% ha recortado gastos en actividades fuera del hogar. Para ellos, cada compra es un acto de equilibrio entre necesidad y ahorro. Por otro lado, el segmento de altos ingresos, si bien también cambia sus hábitos, lo hace de manera distinta. Un 70% de estos consumidores busca darse un gusto ocasional, aunque eso implique pagar un poco más de lo habitual. Este grupo demuestra una mayor flexibilidad a la hora de gastar, privilegiando la experiencia sobre la economía en ciertos momentos.

“En el caso de los consumidores de mayor poder adquisitivo, el proceso de compra no solo se basa en el ahorro, sino en la oportunidad de gratificarse”, añade Jiménez “Aunque son conscientes del contexto económico, muchos prefieren pagar más por productos que les brinden una experiencia o satisfacción”.

El proceso de compra no termina al finalizar la transacción

La reflexión posterior es crucial. En muchos casos, el atractivo de una oferta o descuento puede haber sido el factor decisivo para el 30% de los consumidores al elegir dónde hacer sus compras. Aun así, el 28% decide qué comprar solo una vez que ya está en la tienda, lo que resalta la importancia de la experiencia en el punto de venta. El 21% de los consumidores reconoce que este año ha comprado en más tiendas que el año anterior. Lo que refleja una tendencia a diversificar sus opciones y ser más estratégicos en sus decisiones.

Además, el crecimiento de las plataformas digitales también ha dejado su huella en este proceso. Un 8% de los consumidores realiza la mayoría de sus compras online, y un porcentaje igual ha empezado a confiar en redes sociales como una nueva vía de adquisición. Aunque estos números todavía son pequeños en comparación con los métodos tradicionales, muestran una transformación en marcha.

El proceso de compra del consumidor mexicano está marcado por la capacidad de adaptación y la búsqueda constante de equilibrio entre necesidad y satisfacción. Las decisiones ya no solo responden a deseos o preferencias, sino a una reflexión constante sobre el contexto económico y personal. En este entorno, las familias mexicanas han aprendido a ajustar sus hábitos, adaptarse a nuevas formas de consumo y, en muchos casos, hacer más con menos.

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