El doctor Heliot Zarza Villanueva, jefe del Departamento de Ciencias Ambientales de la Unidad Lerma de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), destacó esta universidad apoya la formación de profesionales conscientes de la crisis medioambiental, generada por la alta pérdida de diversidad biológica derivada del cambio climático, así como la difusión entre la ciudadanía y las autoridades de investigación sólida en la materia.

El fenómeno del calentamiento de la Tierra exige seguir produciendo ese capital humano, que es clave, porque estará trabajando y haciendo labores en el corto plazo, por lo que se necesita gente calificada y con un alto perfil, no solo académico sino razonado respecto de la problemática medioambiental.

En relación con la posición del Colegio Académico de la UAM en favor de impulsar y apoyar el desarrollo sostenible para atenuar los estragos del cambio climático en los niveles local, regional, nacional y planetario, por su parte, la doctora Karla Pelz Serrano coincidió en que se deben ejercer acciones que contribuyan a transformar conductas y comportamientos de alumnos, docentes y personal administrativo.

La coordinadora de Estudios de la Licenciatura en Biología Ambiental sostuvo que “podemos tener una influencia en esta población, ya que cada persona va a dejar consecuencias en su entorno familiar, pues es sólo un eslabón para los cambios”.

Por su parte, el doctor Rurik Hermann List Sánchez, jefe del Área de Investigación en Biología de la Conservación, explicó que el proceso de variación de la temperatura planetaria tiene efecto en el funcionamiento de los ecosistemas, al impidir que las especies puedan crecer y desarrollarse en forma habitual, afectando al ser humano.

“Hay especies que están en riesgo de desaparecer porque el ecosistema está colapsando y propicia la expansión de enfermedades emergentes, con efectos catastróficos en el funcionamiento” del entorno natural, por lo que además de lo que hacen las universidades es importante que la población conozca su responsabilidad en la reducción de gases de efecto invernadero, que han ido en aumento desde la Revolución Industrial.

La forma más sencilla es buscar en la computadora o el teléfono celular la calculadora de la huella ecológica para ver qué costumbres tienen más impacto en la producción de esos gases y cómo contribuir a abatir las emenaciones por medio de la alimentación el transporte o las comunicaciones, dijo el doctor List Sánchez.

Zarza Villanueva precisó que hay un millón 800 mil especies de organismos que viven en el planeta, lo que refleja una vasta diversidad biológica y cada uno juega un papel y una función, como el engranaje de un reloj.

Cada uno desempeña una función importante en los diferentes procesos que proveen las condiciones óptimas para el ser humano, denominados servicios ambientales, por ejemplo el mejoramiento en la calidad del agua, el aire y en la protección de bosques, selvas, zonas costeras, arrecifes y manglares, que demandan ser atendidos, pues estos espacios, representan una belleza escénica que se extraña en estos tiempos de confinamiento por la pandemia del COVID-19, a la vez que guardan un tesoro biológico que está en peligro por las acciones humanas que detonan el cambio climático.

La pérdida de especies es de tal magnitud que equivaldría a una de las extinciones masivas en la Tierra. A lo largo de la historia han existido cinco de ese tipo, que acabaron con gran parte de la biodiversidad y ahora “se considera que estamos viviendo una sexta”, subrayó.

 

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