Las leyendas son parte fundamental de la cultura mexicana, algunas de ellas cuentan con un gran arraigo en el lugar donde se desarrollan, y la región del bajío y occidente, compuesto por San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato y Jalisco (destinos que conforman la alianza Pacto Centro Occidente por el Turismo) poseen historias únicas cargadas de misterio para dejar a cualquiera intrigado y con ganas de visitar para el verano a los sitios.
Algunas a mencionar son la leyenda de la Princesa del Cerro de la Bufa, ubicado en la capital de Guanajuato, donde se esconde la antigua leyenda de una princesa guanajuatense que al rechazar el cortejo de un ambicioso brujo fue condenada a vivir en la punta del cerro hasta ser rescatada.
Un día, un hombre que paseaba por el cerro encontró a una bella joven que le suplicaba la llevara en sus brazos a la puerta de la entrada de la Basílica de Guanajuato, para así, romper el hechizo. De lograrlo se casaría con ella y obtendría todas sus riquezas, sin embargo, debía hacerlo sin voltear por ningún motivo hacia atrás, de lo contrario, la bella muchacha se convertiría en horrible serpiente y todo termina ahí.
Con miedo, el hombre aceptó. Después de un tramo de recorrido el joven comenzó a escuchar y todo tipo de amenazas y la curiosidad le ganó, de inmediato la princesa se transformó en una terrorífica serpiente. Se dice que la princesa continúa en la punta del cerro de la Bufa esperando a que llegue un joven que la ayude a romper la maldición.
La monja fantasma en el Templo de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro, es una de las historias más escalofriantes del estado, pues más allá de su magnífica arquitectura se conoce la leyenda de una monja fantasma vestida de blanco, quien deambula por sus pasillos e incluso su imagen está plasmada en uno de los cuadros que decoran el lugar.
Se conoce poco de la misteriosa monja. Se sabe que su nombre fue Sor Ana María de San Francisco y Neve o “Sor Neve” como todos la llamaban.
La historia inicia cuando esta mujer, se enamoró perdidamente de un hombre. Al darse cuenta, sus padres que eran personas muy conservadoras, rechazaron la relación y decidieron enviarla a hacer vida religiosa y así separarla de él. Ella al sentirse tan decepcionada y abrumada por la tristeza, decidió quitarse la vida dentro del convento.
Desde ese momento, quienes frecuentan el Templo de Santa Rosa de Viterbo han sido testigos de la figura fantasmal de una monja de hábitos blancos y semblante sombrío que camina por el altar antiguo del templo y los pasillos del Colegio de Arte, que está a un lado.
El fantasma de “El Jergas”.
El Reloj de la Muerte del Hospicio Cabañas, se dice que a mediados del siglo XX fue uno de los primeros que hubo en la ciudad de Guadalajara y también fue uno de los más bellos, mas nadie se imaginaba que aquella pieza iba a formar parte de una leyenda oscura.
Durante un tiempo el reloj funcionó muy bien y era la sensación de los lugareños, sin embargo, de un momento a otro se detenía sin ninguna explicación y volvía a funcionar hasta que un operador iba a repararlo o en ocasiones incluso empezaba a caminar por sí solo. Esto aconteció durante un tiempo, sin que nadie pudiera dar una explicación lógica.
Al pasar el tiempo las monjas se dieron cuenta que un fenómeno extraño sucedía: cada vez que el reloj se detenía un niño del hospicio moría, tal fue el temor que esto desencadenó que el reloj fue mandado a destruir para que no pudiera volver a anunciar la muerte.
Finalmente, en el Pueblo Mágico de Real de Catorce en San Luis Potosí, un sitio que tuvo gran actividad minera, nace la historia de “El Jergas”, quien según la leyenda fue un minero que murió mientras trabajaba. El Jergas se aparecía en las minas cuando un minero se encontraba solo. Vestía botas, casco y ropa de trabajo, un atuendo muy normal para quienes laboraban en el lugar, por lo cual su figura no sugería nada fuera de lo común.
Se presentaba ante el trabajador como ingeniero, en seguida le daba la orden de que debía regresar a trabajar para así perderlo en túneles escondidos o zonas desconocidas de la mina, de donde el minero sólo podía salir si alguien lo rescataba.
Sin embargo, se cuenta que en la mayoría de los casos el Jergas no hacía daño a los mineros, por el contrario, casi siempre los recompensaba y lo llevaba a puntos específicos donde había una rica cantidad de minerales que extraer.